Salvar a la Tierra

25-03-2007
Con todas sus fuerzas levantan los garrotes. Largos, robustos, de madera contundente, y con puntas de acero capaz de destrozar cualquier carne que se atraviese alrededor. Los dejan caer una y otra vez sobre sus cuerpos. Se escuchan chillidos en medio de los blancos témpanos de hielo que poco a poco se van tornando rojos, grasosos.

Algunos cachorros huyen a ninguna parte. Otros se desangran lentamente hasta morir en su propio fluido. Decenas de miles de focas arpa son sacrificadas en las cacerías que se adelantan en las costas del noreste de Canadá. Su piel nutre los mercados de la moda en China, Japón, Noruega, Dinamarca, Polonia, Estonia, Grecia, Rusia.

Son los seres humanos que muestran su poder excesivo sobre una naturaleza cada vez más arrinconada. Nos extendemos sobre las tierras y los mares poniendo las condiciones e intentando adecuar la naturaleza a nuestros variables caprichos o a las acuciantes necesidades que creamos y recreamos.

En México, cada vez llegan menos mariposas monarca. A lo largo de los años, unos ciento veinte millones migraban desde Canadá y los Estados Unidos para hibernar entre los bosques de pino que cubren las montañas volcánicas de Michoacán. Este espectáculo de colorido y belleza palidece. La tala de árboles, los pesticidas, la quema forestal inducida, los cambios en las temperaturas han transformado el hábitat de estos insectos y provocado su descenso vertiginoso.

Y aunque distintas organizaciones ecológicas trabajan para su protección, los esfuerzos no han sido suficientes. Se enfrentan a la necesidad de adecuar más tierras para la agricultura, la ganadería o la industria forestal en México. Y un esfuerzo de fondo implica el concurso de esos tres países. Pero las mariposas no representan nada como para cambiar el rumbo industrial de estas naciones.

En la India, el río sagrado agoniza. Se ha convertido, al igual que casi todos los ríos del planeta, en un vertedero de los excrementos humanas y de los residuos industriales. Cada seis años, millones de peregrinos se reúnen en las orillas del Ganges para bañar sus cuerpos o empapar sus cabezas con reverencia. Para ellos, el Ganges es una diosa. Una luz que purifica. Que limpia pecados.

No obstante, la limpieza de los pecados resulta cada vez más una percudida de cuerpos. El Ganges es de los ríos más contaminados del mundo. Sus aguas son la razón principal de millones de casos de disentería amebiana y hepatitis presentes a lo largo de su cauce. De acuerdo con un artículo publicado por Associated Press, cada minuto muere una persona en su cuenca por enfermedades acuáticas.

En Colombia, a pequeños lagartos los enrollan en la ropa interior, a las aves las esconden en tubos de sanitario, a pequeñas crías de micos las meten en los termos chinos que sirven para conservar el café. Solo en el primer semestre del 2006, las autoridades incautaron 7.309 aves, 27.936 reptiles, 888 mamíferos y miles de moluscos, crustáceos y pescados. Toda la imaginación humana puesta al servicio del tráfico ilegal de animales.

La mayor parte de este tráfico va a satisfacer la vanidad de coleccionistas estadounidenses, la exclusividad de la moda europea o el exigente paladar de Oriente Medio. La fauna y la flora de Colombia son de las más saqueadas del planeta. En 20 años desaparecerá el 40 por ciento de sus especies. El segundo país más rico en biodiversidad ha dejado que la colonización de la selva, la cultura de la ilegalidad, la pobreza rural y la codicia comercial pisoteen la naturaleza.

De África al Ártico, de Asia a América, damos la vuelta a la Tierra y en cada rincón donde los seres humanos han puesto su grandeza también han dejado su huella devastadora y contaminante. Esto se debe en parte a que la mayoría hemos aprendido que la naturaleza es solo un instrumento útil para la supervivencia o para satisfacer la codicia. Y hoy la hemos llevado a un límite en que la propia vida humana se encuentra en riesgo.

La Tierra no depende de nosotros para existir. Pero nosotros sí dependemos de la vida en la Tierra. Nunca había existido un momento como el actual, en el que los seres humanos fueran tan responsables de lo que pase o deje de pasar con la vida en este planeta. Pero tampoco habíamos tenido el desafío de que, cambiando pequeñas cosas en lo que hacemos todos los días, ayudásemos a salvarla.

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http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3530851.html

García Márquez: de Trento a Roma

14-04-2007
América Latina desde Oriente debe verse distinta, inmensa, triste. Tenía 28 años. Se encontraba en China y visita a una amiga panameña que le recomienda el libro. Lo compra en Venezuela. Atraviesan el Atlántico y una parte de Europa. Cruzan el Mediterráneo y luego el norte de África. Aterrizan frente al Mar Arábico, en Omán.

Cada "jueves y viernes (los días feriados en el Medio Oriente) me sentaba bajo el techo de la enramada a leerlo, mientras los cuervos hacían de las suyas y me ambientaban más en la historia que leía". En el foro sólo deja su nombre: María. Y su transnacional lugar: "entre London, Maracaibo y Lima".

Cada una se toma el trabajo de escribir el párrafo más cercano en el breve espacio que la cadena de noticias BBC dispuso para que la gente compartiera cómo y cuándo fue su primera vez con Gabriel García Márquez. Cada uno desde lugares tan distintos participa del homenaje que se le efectúa este año. Desde El Vaticano y Múnich, pasando por Toronto, Tijuana, Maracay, Lima, hasta La Serena, en Chile los lectores opinan. La mayor parte le expresa su reconocimiento. Otros le reprochan sus ambigüedades políticas. No obstante, es como si una sola voz intentara hablar.

Las palabras parecen escritas esperando que lleguen envueltas en una carta a la puerta de su casa. Que ojalá García Márquez pueda leerlas y comprender el impacto que sus libros han logrado en los lectores invisibles. Aún mejor si puede sentirse amigo de cada uno y de cada una de ellas. "Deseo que Dios le siga dando muchas bendiciones y lo cuide para siempre", dice Yelitza desde Caracas. Palabras familiares. Pero sobre todo impregnadas de la calidez cotidiana.

Para cada lector hubo un primer instante de contacto con sus páginas. En una mudanza encontré un libro viejo y polvoriento cuyo nombre había mencionado el profesor de español, dice uno. Yo observé que una empleada leía un libro a escondidas en la fábrica, anoté el título y luego lo compré, dice otra. No tenía para comprarlo, así que sólo escuchaba las historias, otro más.

Muchas vidas anónimas son protagonistas. Están conectadas en ciudades y pueblos por sentimientos y fantasías que los libros le despertaron: "Siempre he querido elevarme como remedios", dice Isis, Columbia. Y también están conectadas por narraciones que no fueron escritas precisamente para divertir o engrandecer a la lengua española. "Estaba leyendo Cien años de soledad, un premio Nobel, cuando de pronto en el capítulo XV La matanza de las bananeras me doy cuenta del valor histórico del libro", firma Luis González, Belo Horizonte.

Pero más importante que la primera vez en la que entras en contacto con un libro, es la huella que ese libro puede dejar. Los de García Márquez están hoy en el morral de algunos jóvenes viajeros que vienen a conocer si Colombia sigue siendo el pueblo pobre y mitológico de Macondo. Llena de niños con cola de cerdo.

Y están en la vida de latinoamericanos que viajan por Europa con una ilusión entre maletas. Leerlo "me ha hecho más perseverante con mi vida, siempre persiguiendo objetivos". Uno de sus libros "lo leí en 3 horas en un tren de Roma a Trento (Italia), cumpliendo uno de mis sueños, y sé que Márquez influyó de cierto modo", Mario García Pompermayer, Monterrey.

Gabriel García Márquez ha tratado de no sucumbir ante la fama pero muy especialmente de no equivocarse, de ser cuidadoso con sus palabras. "¿Qué clase de misterio es ese que hace que el simple deseo de contar historias se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar y que, al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?", expresó alguna vez. No obstante, el tiempo se encarga de tamizar las palabras y de ir mostrando cuán equivocas pudieron ser.

"Tengo diecisiete años, soy de las clases más humildes de Bogotá y la esperanza de triunfar como escritora, se pierde por momentos aquí, pero cada que miro mi primer libro la meta se vuelve un hecho firme. Todo gracias a Gabo". Nathali. Bogotá.
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Las llamas de la furia

3-03-2007
Dominar el fuego significó para los primeros seres humanos una transformación profunda de sus vidas y del entorno. Y sobre todo significó una llave para su supervivencia. Pero manipular y conocer el origen del fuego que brinda la naturaleza puede resultar más sencillo que descubrir las entrañas del fuego que los seres humanos llevan por dentro.

El Tiempo y la revista Semana han expresado su preocupación por el aumento de las agresiones en la sección de comentarios a las noticias y en los foros de opinión que ofrecen en sus sitios Web. The Flame wars, como se le conoce en inglés.

Para entender el fenómeno se alude al resultado de varias investigaciones adelantadas en universidades de Estados Unidos. Que encuentran sus orígenes básicamente en el anonimato, la invisibilidad, la falta de educación o la libertad y facilidad que ofrecen las nuevas tecnologías. “La despersonalización lleva a la agresión”, afirma uno de los investigadores.

Efectivamente cada una de estas razones ayuda a comprender el fenómeno, pero también sería útil indagar en las razones de contexto que sirven de combustible o de modelo incendiario. Observemos tres lugares.

Los foros de la ira: –Hace dos semanas Daniel Samper Pizano transcribió algunos de los insultos enviados al foro de la noticia que se refería al fallecimiento de su hermano Juan Francisco Samper. Daniel se concentró en la gravedad de las ofensas y en el rechazo que merecían, y no reparó -entendible- en otros significados que tenían esos mensajes. “Este es hermano de ese nefasto asesino corrupto que tuvimos de Presidente y lo apoyó en sus fechorías. Una completa vergüenza para el país esta familia de corruptos ladrones”.

Este y los otros comentarios que trasladó a su columna, guardan resentimiento y rabia hacia lo que los escribientes estiman representan sus dos apellidos y, especialmente, la figura más conocida de la familia en los últimos años. Y en un país que no ha sido ni es precisamente un modelo de democracia en la vida cotidiana difícilmente estos insultos se pueden entender como un problema sólo de “higiene”.

El debate de insultos: –A principios de febrero el Presidente del Estado le ofreció al país una lección sobre la mejor manera de degradar la dignidad de sus contradictores políticos. Los del M-19 “pasaron de ser terroristas de camuflado, a ser terroristas de traje civil”, dijo. El Primer mandatario impartiendo lecciones de flameo en los medios más importantes del país. El ex senador Carlos Gaviria, “solapado”, “que ha tenido una trayectoria de sesgo a favor de la guerrilla”, afirmó también. Gaviria lo hinca sugiriéndole que se efectúe “un examen siquiátrico”.

Días antes, el senador Gustavo Petro, también conocedor del fuego, le había hundido un nuevo aguijón a la presunta relación que existió entre la familia del Presidente y los paramilitares. “Es un hermano [del Presidente]. El mismo que aparece implicado en el caso de los ‘doce apóstoles’”. El coliseo atestado se deleita con las llamaradas que van y vienen sin final.

Las columnas del irrespeto: –El año pasado en medio de la contienda por la Presidencia el columnista Rafael Nieto en su artículo: “Detrás de la pinta está la carne”, maltrata al mismo Gaviria. Su “salto de los tribunales a la política es dudoso. […] deja un mal sabor, porque siembra dudas sobre la naturaleza e intención de las sentencias del alto juez”. Nieto no sustentó su afirmación, con lo cual la columna terminó siendo una suma de prejuicios y agresiones políticas.

Y hace escasas semanas con ocasión del cumpleaños ochenta de Gabriel García Márquez, la columnista Ximena Gutiérrez intentó recoger varias críticas que de tiempo atrás le hacen al Nóbel dentro y fuera del país por su silencio frente a los abusos que se cometen en Cuba o por la falta de un compromiso mayor con el logro de la paz en Colombia. No obstante, la que empezó siendo una sugerente síntesis de esos reproches, finalizó empañándose por la grosería y la vulgaridad.

Gabo no debería “dejar en el exterior ese tufillo de que este país es un cagadero”. Y remata, “¡No me jodan más con ese Gabo!”. Gutiérrez cayó en los brazos de ese “destino triste del periodista de opinión colombiano: si no muestra de vez en cuando los colmillos untados de sangre, dejan de creerle y de leerlo”, diría Héctor Abad.

Si la ofensa y la vulgaridad atizan el debate político y también las páginas impresas, entonces, el problema no se puede encuadrar en el anonimato, la despersonalización o la poca educación que sale a relucir en Internet. El asunto es más complejo.

Si estamos en una sociedad que se arrastra sobre sus resentimientos sociales, donde la envidia se erige por encima del reconocimiento, donde la inmadurez política se expresa en intolerancia ideológica y donde los medios privilegian el escándalo sobre el pensamiento y la creatividad, difícilmente se puede esperar que en los sitios Web disminuyan las llamas de la furia.
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Del Caguán al 'para-gate'

3-03-2007
Camiones del Ejército transportaban soldados jóvenes. Cuando las cámaras los enfocaban, mostraban esa alegría mestiza que ha acompañado a nuestra violencia. Gente en la zona aplaudía a su paso. Los medios, arte y parte del espectáculo se encargaban de estimular el asunto. Júbilo. Voces de aprobación. La idea era ‘recuperar’ lo que horas antes había sido la zona de distensión. El más importante experimento de diálogo entre un gobierno y las Farc había llegado a su fin.

Encuestas, intereses mezquinos, impaciencia, rabia y errores de la partes arrojaron a la caneca tres años y seis meses que aún hoy siguen siendo subvalorados por los señores que se excitan con la guerra en este país. Al instante nos volcamos a las urnas para desfogar nuestras pasiones. Muchos esperaban un rápido desenlace similar al de las películas hollywoodenses. La hora y media de espera se convirtió en cinco años de mentiras y bravuconadas entre el gobierno y las Farc y en cinco años en que los paramilitares se desarmaron para rearmarse.

En el entretanto, mientras el sueño de la victoria lo deglute la pesadilla de la realidad, se producen hechos importantes. Se proscriben de facto las exigencias ciudadanas que presionaban por una solución pronta y negociada del conflicto. Se reforma la Constitución exclusivamente para reelegir al actual Presidente. En un tiempo récord, el gobierno negocia con los paramilitares y logra la desmovilización de 32.000. Baja la tasa de homicidios. Se aprueba la Ley de Justicia y Paz.


Nace un nuevo partido político de izquierda. Se relanza el cabildeo para el Plan Colombia II. Continúan en la selva los secuestrados de las Farc. Y la Corte Suprema ordena encarcelar a nueve congresistas, por presuntas acciones criminales efectuadas en alianza con paramilitares. Crece la desazón general. Que se salve quien pueda. Muy lentamente el viejo júbilo se va derritiendo entre los fogonazos afilados de una crisis política que tiene más de lo que se necesita para ser una crisis de gobierno. Nuestro Watergate recargado. El país regresa a las mismas amarguras y lamentaciones de siempre.

Toda una sucesión de hechos para volver después de cinco años a los mismos problemas: la urgencia de desterrar una clase política perversa que gobierna de espalda a las necesidades de la gente, y la urgencia de encontrarle una salida política e irreversible al conflicto armado.

El escándalo del ‘para-gate’ no hace más que confirmar la permanencia de estos dos problemas. Primero, porque vincula directamente a dignidades del Estado (senadores, representantes, embajadores, gobernadores…) con crímenes y delitos electorales fraguados en alianza con un actor armado –el más sanguinario de todos los sanguinarios–. Y segundo, porque ese actor armado sigue activo y rearmándose con el principal combustible del conflicto, el narcotráfico.

Se cumplen cinco años en que la mayor parte del país se la jugó en las urnas para tapar con tierra y plomo todo lo que significaba el fracaso de los diálogos de paz en San Vicente del Caguán. Y mientras esto parecía cumplirse, la retórica de la lucha contra la politiquería, la corrupción y los terroristas asesinos nos deslumbraron. Pocos se percataron de que los politiqueros, corruptos y simpatizantes del terrorismo asesino siguieran paseándose por las alfombras rojas de las principales instituciones del Estado.

Hoy como ayer, nuestros dirigentes políticos se encuentran frente a las mismas salidas. Una: volver a la manía de efectuar reformas constitucionales para no solucionar nada. Y otra: sentarse en una misma mesa a dialogar y a planear –dejando de lado los odios viscerales– el país del futuro y lo que se requiere para lograrlo.

Si la crisis actual en algún momento nos convence de salir del alumbramiento, observaremos que la pesadilla que quisimos sepultar hace algunos años sigue allí. Sonriéndonos.

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http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=101565

Ovejas en tiempos de 'parapolítica'

26-02-2007
Hay palabras llenas de razón y profundidad humana. “Sin verdad, la reconciliación es como una cicatrización en falso, la piel se ve sana pero la infección queda por debajo. Sin verdad, no se desprevienen los corazones. Sin verdad el perdón no es sincero, se mantiene por allá, anidada una semilla de venganza”. Desmond Tutu, quien fuera el presidente de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica, acogería estas palabras.

Pero no son suyas. Luego de la segunda declaración libre ante la Fiscalía del ex jefe paramilitar, Salvatore Mancuso, el Presidente ha reforzado su discurso. Enfatiza como nadie en la verdad y la reconciliación. Sus palabras sorprenden. El mundo “va tener que aprender a respetar a Colombia” por su Ley de Justicia y Paz. “A mí me parece muy importante la verdad total”.

Y tal vez tenga alguna razón. No obstante, quiere recoger frutos que no le pertenecen, o lo que dice no corresponde con lo que hace. En primer lugar, la verdad total nunca fue un objetivo fuerte en la Ley de Justicia y Paz. Hoy los ex jefes paras están obligados a decir toda la verdad gracias la sentencia de la Corte Constitucional, que eliminó la ‘laxitud’ que tenía la ley en este sentido.

Y si en este momento Rafael Pardo se encuentra en las toldas del Partido liberal se debe, entre otras, a que fue tratado de desleal en las toldas uribistas por no apoyar los primeros textos que redactó el gobierno. Ninguno de los proyectos que presentó el gobierno -el del Ministerio del Interior y el del Comisionado de Paz- exigía la confesión plena. Además de que maniataban a la justicia dándole poco tiempo (60 días) para investigar y verificar los hechos que fueran declarados por los ex paras en sus versiones libres.

En segundo lugar, el verbo presidencial se verifica con políticas públicas concretas. Si la verdad y la reconciliación son un compromiso hondo debieron tener, por lo menos el año pasado y este que transcurre, un capítulo y un rublo significativos en el Presupuesto Nacional, pero no. Lo poco que hay sólo alcanza para que la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación medio funcione.

Ahora, se dirá que la verdad y la reconciliación son asuntos de futuro. Perfecto. Pero si se mira el documento de futuro de este gobierno, Visión Colombia, Segundo centenario: 2019, no aparecen por ningún lado.

Y en tercer lugar, la otra cara de su discurso está lejos de la reconciliación y la verdad. Al inicio del primer mandato “nosotros encontramos no menos de 60 mil terroristas” en el país. Estos señores son “sicarios de la democracia”, ha dicho en Costa Rica ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y puede que acierte técnica o figurativamente. Pero, ¿es este el lenguaje que promueve una nueva relación entre víctimas y victimarios?

Ha dicho también ante el cuerpo diplomático que “la búsqueda de la verdad no es la acción de sembrar el odio”. Sin embargo, pocos días después calificó a ex miembros del extinto M-19 de “terroristas de traje civil”. Este es el lenguaje que sanará las heridas.

Se puede contra argumentar sosteniendo que los gobiernos pueden rectificar sus políticas en el camino -y ojalá todos tuvieran el carácter para hacerlo. Pero aquí no hay ninguna rectificación. Hay sí, un camuflaje y un intento de fabricar una coraza de inmunidad ética en medio de la cacería que implica la ‘parapolítica’ -que conduce por varias trochas, vergonzosamente, a la figura del Presidente.

Adicionalmente, en un país de tantos excesos históricos los temas de la verdad y la justicia tocan la sensibilidad de la gente de a píe. Hoy estos temas son más sensibles incluso que los temas de la seguridad democrática. Hay aquí una mina antes subestimada que en la coyuntura actual puede mejorar la imagen pública. Pobres Ong, primero estigmatizadas y ahora plagiadas.

Pero no. Difícilmente los lobos pueden disfrazarse por mucho tiempo de oveja porque sus patas y su condición carnívora los develan. “Alcanzar el éxito compitiendo agresivamente y triunfando a expensas de los demás es completamente censurable”. Diría Desmond Tutu.

El Presidente no sólo quiere salir airoso de la ‘parapolítica’, sino que quiere hacer creer que ha luchado por lo que no ha luchado. Censurable.

'Tirofijo', en directo

17-02-2007
En los próximos días Colombia comenzará a vivir un nuevo capítulo en su historia de paz y de guerras. Suráfrica y Uganda lo vivieron con saldos positivos; Colombia apenas se apresta.
Gobierno, Fiscalía y Corte Suprema han decidido, a fuerza de presión periodística y social, que las declaraciones ante la justicia de los paramilitares acogidos a la Ley de Justicia y Paz puedan ser trasmitidas a través de los medios de comunicación institucionales y privados.
Es una buena decisión que la verdad aparezca en ese tubo electrónico que ha nutrido nuestros nervios con sus novelas y realities. No obstante, qué podrían significar estas trasmisiones para la reconciliación que urge y para el conflicto que carcome.
La reconciliación alude a la cicatrización de las heridas dejadas por el conflicto. E implica una nueva relación entre víctimas y victimarios donde el arrepentimiento y el perdón juegan un papel importante. Pero la reconciliación requiere de campañas pedagógicas, de una preparación previa a la ciudadanía respecto del nuevo tipo de sociedad que se desea construir. Y, sobre todo, rinde frutos en una sociedad que ha dejado de encontrarle sentido a la guerra.
El problema es que en Colombia no ha pasado ni lo uno ni lo otro. Dos años después de aprobada la Ley de Justicia y Paz no se ha efectuado ninguna campaña institucional para informar a la ciudadanía de la ruta y del horizonte concreto que se quiere con ella.
De un momento a otro los ciudadanos encuadrarán sus ojos viendo en la televisión a ex cabecillas paramilitares narrar sin parar sus listados de crímenes, pero sin que se sepa cuál es el sentido ético de eso más allá del folclorismo cotidiano, la vergüenza pública del victimario o el amarillismo de algunos medios. La imagen por sí sola no educa. Y así, a la machota, puede no ayudar lo suficiente a garantizar la no repetición de la tragedia. Que es lo que en últimas se busca.
Por otra parte, esta sociedad –o por los menos sus dirigentes– a pesar de estar en combate desde hace varias generaciones aún no se ha saturado de la violencia. No ha llegado a un punto de hastío, de no retorno. Por el contrario, hasta hace pocos meses se extendió el número de ciudadanos que tendrán que pagar el impuesto para relanzar la guerra.
De tal modo que en el intermedio de las imágenes de “Mancuso”, “Jorge 40” o “Báez” declarando, y de las víctimas pidiendo justicia, tendremos las imágenes de las emboscadas y tomas guerrilleras y de las bolsas negras con las “bajas” dadas por el Ejército. Lo poco que se puede esperar de este menú contradictorio es un remedo de reconciliación. Retazos débiles.
En relación con el conflicto que prosigue, esas transmisiones tendrán consecuencias políticas y militares difíciles de calcular. En lo político, cada revelación sorprendente o desgarradora de los ex paramilitares es un golpe a la violencia que todavía reivindican las insurgencias y las “bandas emergentes”.
Este golpe en el terreno sicológico del poder hará que la ciudadanía les exija a los que permanecen en armas que también digan la verdad frente a una pantalla en el futuro. Entre otras, que la dirigencia insurgente también la narre en directo.
Pero en lo militar, la reacción inmediata de estos grupos –especialmente de las Farc– para evitar la vergüenza pública de decir de este modo la verdad sobre sus atrocidades y excesos, podría ser la de presionar en el terreno militar, tal como lo han hecho en el pasado antes de cualquier acercamiento o diálogo. Esto significaría más víctimas y un revés en materia de reconciliación. La verdad televisada le suma al cierre de su camino político y, convertida por ellos en pánico ético, podría hacerlos más obstinados.
Que el país se enfrente con su ocultada y triste realidad a través de las pantallas de sus televisores es un avance incalculable. Sin embargo, es importante que toda la sociedad sepa que esta verdad se revela en ausencia de un compromiso claro del Estado, de los ex paramilitares y de las insurgencias con la reconciliación y, además, que se revela en medio de la guerra. Considerar esto puede ayudar a prevenir que la verdad televisada tenga consecuencias contrarias a las que con toda buena intención se esperan.

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Buscando justicia

13-01-2007
Para América Latina, este año que termina no ha sido sólo de elecciones; también ha sido un año en el que continuó buscando justicia. Aunque el siglo XXI camina acelerado, aún persisten restos dolorosos del siglo XX que no se han curado. Dos décadas después de la caída de las últimas dictaduras que trajo la “guerra fría”, víctimas directas y familiares presionan desde el río grande hasta la Patagonia para que los estados se pronuncien revelando la verdad completa e impartiendo justicia. En esta dirección hay que destacar varios hechos importantes que se presentaron el último año.

En América Central sobresale el caso de Guatemala, donde la demanda interpuesta en los tribunales españoles por la premio Nobel de paz, Rigoberta Menchú, contra los militares que participaron en 1980 en la matanza de 37 campesinos que se encontraban en la embajada de España –entre ellos se hallaba también el padre de Rigoberta– dio como resultado la solicitud de extradición por parte del gobierno español del ex dictador José Efraín Ríos Montt y de seis funcionarios más que hicieron parte del gobierno de facto.

En el Cono Sur todos los países fueron protagonistas. Las cortes chilenas despojaron al ex dictador Augusto Pinochet de la inmunidad que él mismo se dio antes de dejar el poder en 1990. En este año que culmina Pinochet fue desaforado en varios casos relacionados con secuestros, torturas, desapariciones forzadas y asesinatos agenciados o promovidos durante su régimen. Aunque Pinochet no pudo ser condenado por ningún caso, sí murió con una avalancha de demandas en su contra que lo atormentaron hasta el día de su cremación.

Tres días después de su deceso, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que busca acotar la Ley de Amnistía para que deje de cobijar delitos de lesa humanidad o de guerra, con lo cual Chile adecuaría su legislación interna a los tratados internacionales sobre derechos humanos. Una decisión políticamente difícil de tomar en Chile estando el ex dictador con vida.
En Argentina un juez anuló por inconstitucional el indulto a Jorge Videla, quien ejerció el primer gobierno de la dictadura. Así mismo, la Corte Federal ratificó su procesamiento y el de 14 ex jefes militares más por haber participado en el “plan cóndor”. Videla volverá al banquillo en el 2007 para responder por 110 casos de secuestro y desaparición.

Sin embargo, este trasegar hacia la justicia tuvo un signo trágico que debe servir como lección para no sobreestimar a una democracia que en los momentos concluyentes termina mostrando su fragilidad. Un tribunal argentino condenó a cadena perpetua al ex jefe de policía Miguel Etchecolatz por secuestros, torturas y asesinatos perpetrados durante el último gobierno de la dictadura. Pero un día antes de que se dictara la sentencia, las “fuerzas oscuras” –esas que todo mundo siempre puede ver– desaparecieron al testigo principal del juicio, Jorge López, e inundaron con cartas amenazantes los tribunales que llevan procesos judiciales contra ex represores.

Paraguay vio sucumbir también de muerte natural a su ex dictador, Alfredo Stroessner, sin que fuera extraditado por Brasil, donde estaba asilado. La sociedad lo requería para que respondiera al menos por 900 muertes o desapariciones que se le atribuyen a su régimen.

Y en Uruguay fueron condenados seis ex militares y dos ex policías por el secuestro y asesinato de varios ciudadanos uruguayos en la Argentina durante el régimen de facto. Así mismo fue detenido el ex dictador Juan Bordaberry para que responda por los asesinatos de varios congresistas y guerrilleros que se agenciaron desde su gobierno. El año terminó con el establecimiento por parte del actual gobierno de un día de “Nunca más” (19 de junio). Un día que recordará a las víctimas que fueron cegadas durante aquel régimen.

En la Región Andina aparecen los casos de Perú y Colombia. Y aunque lo que sucedió en estos dos países no se puede ubicar en una posdictadura, la búsqueda de la justicia sigue siendo un reto después de un gobierno autoritario, en el primer caso, y de la desmovilización de más de 30.000 paramilitares, en el segundo. Perú prosigue las gestiones para que se concrete la extradición del ex presidente Alberto Fujimori, detenido en Chile, y pueda ser juzgado por crímenes de lesa humanidad en los cuales está implicado.

Finalmente, en Colombia, país que vive un conflicto armado desde mediados del siglo pasado, arrancó el trabajo de la Comisión Nacional de Reconciliación y Reparación, escuchando en varias consultas sociales a las víctimas del paramilitarismo. Y, aunque la guerra prosigue, este año que comienza se espera que prosigan las primeras declaraciones judiciales de ex cabecillas del paramilitarismo en el marco de una polémica ley que busca, entre otras cosas, revelar la verdad y resarcir a las víctimas.

América Latina prosigue esta senda. Demandando justicia. En medio de tribunales que cojean y a ratos con sus dilaciones son cómplices de los victimarios. Prosigue también exorcizando su pasado, aunque los abusadores y sus familias persistan sin vergüenza justificando como necesarias las barbaridades que cometieron desde el Estado o por fuera de él.

Exigir justicia en cada rincón de esta América puede ser una manera de enmendar el dolor, pero es más. Es también un modo de confiar en que las instituciones del Estado pueden ser capaces de convertirse en humanamente justas.

"No es venganza lo que buscamos, sino justicia y la comprensión de lo que realmente ocurrió, para que no vuelva a pasar”, expresó una ciudadana argentina este año que culminó. No obstante ser incrédulos, desearíamos que esas palabras dejaran de tener sentido en los años que vienen.

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Un conflicto que muta

23-12-2006
Anticiparse a los problemas del futuro es una de las armas que han tenido los humanos para sobrevivir. Prevenir los peligros. Colombia vive un conflicto violento que se reinventa con cada generación de un modo que parece imperceptible aunque todos sean conscientes en su momento de que está mutando. Igual que la garganta pegajosa o el vientre monstruoso del Alien que siempre va dejando sus crías en algún rincón para continuar atormentando a los hombres.

Se ha afirmado que el país en este momento está viviendo hechos propios del final de la guerra: desmovilización de más de 31.000 paramilitares, la exhumación de cuerpos enterrados por ellos en fosas comunes, la identificación de los asesinados desaparecidos y la posibilidad de que las víctimas y el país en general conozcan la verdad de lo sucedido y se inicie la cicatrización de las heridas provocadas por estos victimarios. Por momentos pareciera que nos encontramos ingresando en el posconflicto.

Pero no. La realidad parece tomar rumbos desconcertantes. Primero, porque las insurgencias prosiguen en su lucha armada y no hay certeza de que se efectúen negociaciones que conduzcan a cuerdos de paz en el mediano plazo. Y segundo, porque algunos hechos indicarían que la confrontación o la resistencia armada tienen las condiciones para re-incubarse del lado de los antiguos paramilitares.

Mencionamos las más visibles. Una, por incumplimientos del gobierno, por la improvisación y falta de garantías económicas a los desmovilizados, por el estímulo que dejan las rentas y los negocios ilegales o por la inercia misma de la violencia han surgido nuevos grupos armados. “Bandas criminales emergentes”, “Águilas negras” son los nombres que se utilizan para distinguirlas de los paramilitares históricos. La mayor parte de estos grupos lo conforman paramilitares que no se desmovilizaron, delincuentes comunes y desmovilizados que volvieron a tomar las armas.

Dos, estos nuevos grupos sumados tendrían alrededor de 2.000 hombres. Es decir, muchos más que el puñado con los que empezaron Fidel y Carlos Castaño en los años 80 y más aún que el número de hombres con los que empezó ‘Manuel Marulanda’ en los 50.

Tres, se encuentran esparcidos como langostas africanas en casi todos los departamentos del país. Tienen experiencia militar, armamento de combate y muchos cuentan con gruesas fajas de dólares provenientes del narcotráfico. “Nos esperan días muy problemáticos para la seguridad nacional”, dice Ernesto Báez, ex comandante de los paramilitares.

Cuatro, el desorden y el trato de tercera que se les está dando el gobierno a los ex cabecillas, primero recluidos en La Ceja y ahora en la cárcel de Itagüí, han prendido las alarmas en los mandos medios de los desmovilizados.

Y, quinta, el ideólogo político y también fundador de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Vicente Castaño, permanece aún escondido en el monte diciendo que el gobierno les incumplió. Y exigiendo que se firme un documento de cierre de las negociaciones. Esta actitud, que a simple vista podría no parecer peligrosa por tratarse de un solo hombre, deslegitima toda la negociación que se adelantó y le da argumentos a los que no se desmovilizaron, a los que se están rearmando y a las guerrillas mismas para continuar con su impronta de violencia. Porque se trata de la negativa de uno de los fundadores históricos de las AUC aún con vida.

Todo lo anterior ensombrece la idea de que el país está ingresando al posconflicto. Por el contrario, están apareciendo signos que indican que la guerra puede reconfigurarse. De un modo extraño y desprendida de toda ideología. Pero igual, guerra.
Ante esto es necesario que el gobierno rectifique su modo de negociar. Que se abra a un diálogo nacional. Que se anticipe a un posible futuro violento que se incuba y late como las terroríficas crías de un Alien. Si no lo hace, este gobierno podría ser recordado no como aquel que desmovilizó a más de 31.000 paramilitares y enfatizó en la seguridad, sino, como aquel donde surgieron nuevas agrupaciones armadas, donde apareció un tipo de conflicto nuevo que empeñó la tranquilidad de las siguientes generaciones.

“Seguimos en guerra, pero el después de la guerra ya empezó”, sugiere el periodista Álvaro Sierra en una de sus últimas columnas. No obstante, sería más exacto decir que seguimos en guerra, pero una nueva guerra parece haber empezado ya a incubarse.
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Un acuerdo entre demonios

04-01-2006
El tiempo va demostrando que los problemas de este país desbordan las soluciones partidistas y, sobre todo, las mesiánicas. También va demostrando que este conflicto armado con todos sus excesos y barbaridades -este que el actual Presidente bañado en prepotencia consideró que no existía- es consustancial al propio Estado, es decir, que se cría y desarrolla como gusano baboso entre sus vísceras.

En las últimas semanas, las instituciones judiciales del altiplano montañoso y frío están convirtiendo en verdad jurídica las verdades que se desayunan y padecen día tras día en el calor de las costas y las llanuras. El escándalo de la 'parapolítica'.

Senadores, gobernadores, diputados, militares, policías, fiscales, jueces, por mencionar la punta del iceberg, son acusados o aparecen envueltos en la conformación de grupos paramilitares, es decir, de masacradores en serie. La imagen límpida que quisieron construir los gobiernos para ganar legitimidad entre los habitantes y arrinconar políticamente a las guerrillas se ha reventado con los mafiosos y delincuentes que calientan las sillas de la burocracia estatal.

En este escenario, en el que se avizora una crisis política, el ex ministro de hacienda Rudolf Hommes pregunta: "¿Y ahora quién ejerce el liderazgo moral?". Cuestión clave, dado que todos los implicados en este escándalo hacen parte de las filas políticas del actual gobierno.

Que se diga toda la verdad, que salgan a la luz pública todos los que se bañaron con la sangre vertida por los paramilitares, se escucha en los medios. En una aproximación elaborada por la Fundación Seguridad y Democracia, de darse esto, la cifra de involucrados superaría las cinco mil personas, incluyendo solo a alcaldes (480), concejales (1.200), oficiales y suboficiales de la Policía (360), oficiales y suboficiales del Ejército (720), empresarios (1.200). La misma fundación reconoce que estos son cálculos conservadores.

Este es un problema de tal magnitud, que desborda los aparatos de justicia en dos sentidos. Porque no tienen la capacidad material de investigar, procesar y encarcelar a tanta gente y porque no se sabe cuántos de los jueces, fiscales e investigadores también comulgan con estos grupos. Y esta es solo la mirada de un costado; al frente estaría la que resulta de hacer el cálculo de todos los patrocinadores o colaboradores que también se han revolcado en la sangre esparcida por las guerrillas.

En este panorama de extraño posconflicto se plantean soluciones a medias o equivocadas. La senadora Piedad Córdoba pide revocar el Congreso y convocar una asamblea constituyente. Pero, en el primer caso, de llevarse a cabo una revocatoria, solo tendríamos la sensación de un Congreso renovado, pero sin que en el fondo se haya cambiado nada. Y en el segundo, una constituyente donde queden por fuera los mismos grupos guerrilleros que quedaron por fuera hace quince años es condenar en su nacimiento a la constitución que resulte. Primero el país debe solucionar este conflicto y saber toda la verdad antes de distraerse en competencias electorales.

Se ha recordado la propuesta de crear una ley de punto final, hecha hace algunos años por el senador Jaime Dussán. Perdón y olvido para todo mundo. No obstante, en esto la Corte Constitucional, amparada en el derecho internacional, ha sido clara. "No se admiten el otorgamiento de autoamnistías, amnistías en blanco, leyes de punto final o cualquiera otra modalidad que impida a las víctimas el ejercicio de un recurso judicial efectivo".

Los paramilitares desmovilizados que veranean en La Ceja piden una comisión civil de la verdad, ante la cual puedan revelar los vínculos que tuvieron con la clase política. Pero esta propuesta busca más salvar sus propios pellejos y evitar quedar como delatores de sus admiradores y patrocinadores políticos antes que servir para la reconciliación nacional.

El senador Gustavo Petro ha invitado al Presidente a impulsar un acuerdo nacional por la verdad que incluya reformar los sistemas electoral y de partidos y la Ley de Justicia y Paz. Hasta ahora el Presidente no ha respondido porque en su cabeza solo piensa en cómo traer a este nuevo escándalo los excesos cometidos por el M-19, grupo guerrillero desmovilizado hace más de quince años. Sin embargo, independientemente de esto, si se propone un acuerdo multipartidista, este no debe circunscribirse solo a la verdad, porque ¿qué gana el país teniendo un acuerdo por la verdad si los que prosiguen la guerra continúan con su saldo macabro, sus mentiras y ocultamientos?

En esta lista de propuestas, el Presidente es el que más ha hablado sin decir en el fondo nada importante. Nada a la altura de la magnitud de las circunstancias. Que la Corte Suprema lleve hasta el final las investigaciones, que descubra toda la verdad. Que todos los congresistas implicados se presenten a declarar ante la justicia. Que si alguien tiene pruebas de que él ha participado en la conformación de grupos paramilitares que las muestre. Que la verdad debe abrazar también a los patrocinadores de las Farc, del Eln y del extinto M-19.

Y en los últimos días ha dicho que toca reformar la Ley de Justicia y Paz. "Esa Ley parece muy blandita frente a los paramilitares y es tan dura frente a la guerrilla que no la acepta; toca reformarla." La misma ley que expertos y periodistas un año atrás ya le habían dicho que era incompleta y débil. Tanta retórica, cuando lo que se necesitan son políticas de Estado serias, profundas.

En el fondo de todo este desorden, lo que aparece, en primer lugar, es la necesidad de solucionar un conflicto armado que, con el músculo del narcotráfico, ha permeado todos los rincones de la sociedad colombiana. Y en segundo lugar, la necesidad de planear el posconflicto con todas las fuerzas políticas, asumiendo los desafíos que conlleva en reconciliación, verdad y reformas sociales y políticas.

Se requiere un acuerdo nacional para el posconflicto lo más incluyente posible, que establezca claramente las rutas de negociación con las guerrillas y los paramilitares, las reformas constitucionales y jurídicas necesarias y las metas de reconstrucción de mediano y largo plazo. Nada de esto significa dejar de juzgar a los que hayan tenido mayor responsabilidad en los excesos de la guerra. Esa idea pragmática de que la solución provendrá de negociaciones entre un gobierno fuerte y un grupo armado específico ha puesto a deambular en círculo al país.

El liderazgo en un acuerdo de esta dimensión no se puede esperar del gobierno actual, porque ni le importa y ni es de su naturaleza. Este es un gobierno de mayorías, inclinado a imponer su modelo de país. Este no es un gobierno de consenso ni de reconciliación. En consecuencia, la iniciativa recae en los medios de comunicación, Iglesia, iniciativas de paz, movimientos y partidos políticos que están por fuera del Gobierno. Pero todo esto sin excluir al Gobierno.

Si aceptamos hipotéticamente que toda la sociedad está salpicada y que no hay quien ejerza el liderazgo moral, esto es, que todos de alguna forma somos demonios, eso significa que en las circunstancias en las que se encuentra el país es urgente que los demonios líderes dejen de lado la xenofobia política y la aureola de perfección y salvación que no tienen y se sienten a dialogar para encontrar soluciones que nos permitan salir de este infierno que tanto devora y atormenta.

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http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3352044.html

¿Asesinando a la infancia?

18-11-2006
Leía hace algunas semanas en el diario La Nación de Argentina, bajo el título “Asesinato de la infancia”, apartes de una carta enviada por 110 profesores, sicólogos y escritores de libros infantiles al periódico The Daily Telegraph, de Londres.

Los firmantes querían advertir sobre cómo el actual estilo de vida inglés estaba afectando el juego, la alimentación y la sexualidad de los niños. “Están siendo empujados a la adultez antes de tiempo […] y un cóctel siniestro de comida chatarra, marketing de la sexualidad, juegos electrónicos y una obsesión más por galardones que por aprendizaje en las escuelas […] les está envenenando la vida”.

Guardo la noticia como tantas cosas poco gratas que archivas en la memoria para la posteridad o el olvido cotidiano. Días después me detengo en un puesto de revistas y observo la imagen de tres mujeres con manos y rodillas sobre una cama barata mostrando sus glúteos medio cubiertos por un pedazo de hilo dental.

La imagen no era nada distinta de la que todos los días aparecen en los diarios sensacionalistas, sólo que esta vez era la imagen de tres niñas. Participaron, según El Meridiano de Sucre, en la grabación de un video porno que se vendía en las calles de Montería como pan recién salido del horno.

Conecto hechos parecidos. Recuerdo historias cercanas. Dos policías graban la violación de dos niñas ocurrido en Momil, Córdoba. El primer aborto legal en el país se le efectúa a una niña de once años que era violada noche tras noche por su padrastro. Continúo enlazando hechos. Un policía en Vélez, Santander, mata a sus dos hijas de dos y cinco años antes de suicidarse, se arguyen razones económicas y sentimentales.

Una madre desesperara amarra a su hijo cada que sale de casa, en Calí. Capturan en Barrancabermeja a un joven de diecisiete años con miles de fotografías y videos pornográficos protagonizados por menores.

Enlazo cifras y noticias del pasado, del presente. Se calculaban unos dos mil quinientos menores en las filas de los paramilitares -registraron poco más de doscientos en las desmovilizaciones del año pasado. En algunos frentes de la guerrilla se les obliga a que maten, torturen o mutilen como entrenamiento, de no hacerlo podrían ser fusilados. Y allí las niñas terminan siendo “propiedad de los guerreros”.

La mente se dispara sin freno por estos terrenos grises. Paquetes turísticos subterráneos para extranjeros en Cartagena que incluyen niñas o niños vírgenes por una migaja de dólares. Niños vendiendo dulces en los buses o haciendo piruetas y contorsiones en los semáforos por cien pesos.

Hechos que de tanto repetirse terminan futilizados. Si en el Reino Unido, país de modernidad ultraterrena, se habla de asesinato de la infancia, qué nombre le pondríamos a lo que ocurre en nuestro país. ¿Asesinato sistemático, ejecución sumaria de la infancia? ¿Algo peor? Mi mente sigue corriendo con tristeza.

En la última semana se expidió una nueva ley, El código de la infancia y la adolescencia. Esta dota a varias entidades del Estado, a la sociedad y a las familias en general de nuevas herramientas institucionales y jurídicas para prevenir y castigar la violencia contra la infancia. Es un avance importante. Sin embargo, en medio de esta exagerada fecundidad legislativa que tiene el Estado colombiano para tratar de solucionar todo por decreto, hay que desconfiar.

Repaso recuerdos de mi niñez, que en algunos momentos conoció los casos de amigos que estuvieron envueltos en las marañas del antiguo Código del menor, debido a problemas entre sus padres. Realmente no me acuerdo que les haya servido mucho; la naturaleza del problema era más complicada. Además de la Ley, la solución implica acabar con tanta pobreza que humilla al cuerpo y los sentimientos de los niños y que, en medio de la desesperanza y el abandono que produce, los hace objeto de venta y maltrato con una naturalidad pavorosa.

Implica ponerle punto final a este conflicto armado que abusa, al mismo tiempo que ayuda a invisibilizar las otras formas de violencia cotidiana. Implica además que los casos no se arrumen en los juzgados, que se condene a los culpables.

Y conlleva, entre tanta publicidad soterrada pero al mismo tiempo apologética de la violencia y del sexo mercancía, formar ciudadanos que le brinden a los niños comprensión y no maltratos. Apoyo en reemplazo de armas. Y más respeto para desterrar cualquier tipo de muerte de esa etapa de la vida que siempre debiera estar llena de sonrisa e imaginación.

País coherente

27-10-2006
El día del discurso en el que el Presidente ordenaba nuevamente el rescate militar de los secuestrados por las Farc, cenaba yo en un restaurante de comidas rápidas. La mesa contigua era ocupada por una familia un poco bulliciosa. El hombre que parecía ser el padre afirmaba en tono lógico y reflexivo que en una guerra siempre había un ganador y un perdedor, y que por lo tanto en Colombia se necesitaba eso para solucionar el conflicto armado.

Alguien sentado también en la mesa, tal vez un amigo cercano a la familia, asentía. Y agregaba, entre sorbos de bebida negra, “yo creo que los intelectuales son un problema, critican, critican. Hay que acabar con todos los intelectuales”. Las dos o tres mujeres que estaban en la mesa tragaban hamburguesas, y algo decían. Quedé algo sorprendido por la tranquilidad y naturalidad de sus rostros, un sosiego que para mí contrastaba con la dureza de esas palabras. Terminé de comer; me fui.

Entrado el fin de semana me imbuí en la revisión de la prensa electrónica, especialmente en la relacionada con las declaraciones del Presidente. Pero esta vez me detuve más en los comentarios a las noticias. En la revisión, muchos de ellos me resultaron más fuertes que los que prorrumpía entre papas fritas y mostaza la familia coherente.

Una parte de esos comentarios criticaban la decisión del Presidente por considerarla apresurada e indolente. No obstante, la mayoría eran más que un respaldo al mandatario: contenían recriminación, expresaban rabia, destilaban odio.

Guardé algunos debido a sus delicados tonos y a la profundidad humana que albergaban. “Pues que se intente el rescate militar, y si resultan muertos, pues los enterramos”, decía el señor o la señora Fuche, aludiendo al rescate militar a bala venteada de los secuestrados que aquella insurgencia pretende canjear desde hace varios años.

Reservé también para la posteridad uno de alguien que posaba de consejero presidencial. “Por qué no se preguntan cómo hicieron los países del Cono sur (Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile) para acabar con los guerrilleros. Que el gobierno recurra a esas personas que tuvieron el valor de eliminar esa lacra asesina de sus países. Sin avisos. Calladamente como ellos lo hicieron. Aunque tengamos como en Argentina un numero de ‘MADRES DE MAYO’ pidiendo ‘justicia’ en la Plaza de Mayo”, firmaba Rafgo.

Pero este último comentario terminaba con una recomendación honda de intelectual. “Estudien la historia. Las madres de mayo son las madres de todos los guerrilleros y asesinos que querían desestabilizar el país y que el gobierno inteligentemente logró eliminar para salvar al pueblo. Eso es lo que hay que hacer en Colombia”. Y remataba con íntima coherencia, “Adelante presidente Uribe”.

Al leer aquello lo conectaba con las reacciones de los políticos cercanos al actual gobierno, el tono insondable y reflexivo era semejante, aunque menos desbocado -tal vez esto último pudo haberlos limitado a que salieran a las calles a celebrar con harina y bandera en mano. “El Presidente es coherente al ver que se estaba vulnerando la seguridad democrática”, sentencia el senador Luis Guillermo Vélez.

Esa decisión del Presidente compromete el futuro de muchas vidas humanas y deja claro lo que sucederá en su segundo mandato: no habrá canje de secuestrados por guerrilleros, no se entablará un proceso de paz con las Farc; y como correlato, no habrá rescate militar de aquellos secuestrados (por razones prácticas), y no se derrotará militarmente a aquella insurgencia.

No obstante esta conclusión, el Presidente, los políticos cercanos y los ciudadanos simpatizantes con su política de seguridad se enlazan en una madeja de coherencia bélica que resume rabia y odio profundos.
Entre tanta consistencia que absorbe, recordaba yo la ilación también reflexiva e intimista que hacía hace algunas semanas Raúl Reyes, el vocero de las Farc, al diario francés Le Figaro. “En Colombia hay guerrilleros en prisión desde hace 20 años […]. Así que si los guerrilleros pueden pasar 20 años en prisión, los otros (los secuestrados) también pueden".

Entre tantos tonos y afirmaciones reflexivas y, sobre todo, ante tanta coherencia, uno a ratos se pregunta cómo saldremos de esta grasosa y ensangrentada charca.

Fantasmas insaciables

05-10-2006
Han llamado al 911, el número de emergencia de la policía, para que busquen en el sótano de una editorial católica. Alguien informó que el desaparecido lo encerraron allí entre los libros polvorientos. Buscaron; no hallaron nada.

Sobre caballos los policías rastrillan entre matorrales el cuerpo o algún olor putrefacto que el viento pueda arrastrar de campos lejanos. Escudriñan también entre las alcantarillas. Van a ser tres semanas ya sin noticias sobre su existencia. La zozobra se ha apoderado de su familia, de los ciudadanos, que salen multitudinariamente a las calles a exigir que aparezca lo que nunca aparece.

El sábado pasado encontraron el cuerpo de un hombre que parecía ser el de él. Pero no, son los de otro veinte años menor. Se han comparado infructuosamente sus huellas dactilares con cerca de treinta cadáveres de personas que han muerto en las últimas horas. Han revolcado los cuerpos en la morgue, en los cementerios, en los hospitales, y nada, no aparece.

El gobierno ha ofrecido una jugosa suma a quien dé información sobre su paradero. Su fotografía aparece cada día en televisión. También la llevan los patrulleros de la policía. Hay que seguir buscando, igual es mucha la experiencia que se tiene en este tipo de eventos: fueron cerca de 30 mil las personas desaparecidas y asesinadas durante los años de la dictadura, 1976-1983.

Dicen que Jorge Julio López, un albañil de 77 años, acostumbraba a caminar por el barrio todas las mañanas. Un día antes de su desaparición había quedado en encontrarse con uno de sus hijos para asistir a la audiencia de alegatos del juicio. López había testificado contra Miguel Etchecolatz, ex director de investigaciones de la policía de Buenos Aires, en un proceso que se le adelantaba por secuestros, torturas y asesinatos perpetrados durante el último gobierno de la dictadura militar. El veredicto, culpable. Cárcel perpetua.

Era el primer juicio contra un ex represor tras la anulación, por inconstitucionales, de las leyes de perdón y olvido. Estas impedían juzgar a miembros de las fuerzas armadas por violaciones de los derechos humanos cometidas durante la época del terror. Pero Etchecolatz nunca se consideró culpable. “No es este tribunal el que me condena. Son ustedes los que se condenan”, dijo en su momento.

Días después de la desaparición de López aparece una avalancha de cartas amenazantes contra fiscales y jueces cercanos al caso de Etchecolatz y a otros que llevan procesos contra ex represores. “Esta farsa tendrá su fin en cualquier momento y los que no hayan honrado su cargo deberán rendir cuentas. Volveremos a tomar contacto con usted”, dice una de las misivas anónimas. “La verdadera justicia llegará”, se lee en otra.

Allí está. El mismo pánico escalofriante atizado por todas las dictaduras y todo actor armado en cualquier rincón del planeta para reducir, humillar y paralizar toda acción o pensamiento contrario. Y también la voz de lo justo. El mensaje es devastador: “mientras transcurre ese sueño frágil llamado democracia, sólo dormimos, no dejamos de existir. La justicia es sólo para civiles y perdedores no para nosotros”.

Pareciera una sin salida, al lado del primer juicio contra un ex represor; se presenta “el primer desaparecido de la democracia”, sugeriría Felipe Solá, gobernador de Buenos Aires.

En Colombia transitamos en este momento y se transitará en las próximas décadas por terrenos semejantes en los que hoy deambula la sociedad argentina. Se pide justicia y verdad. Y para encontrarla, aquí también veremos desfilar por los estrados judiciales a ex paramilitares y ex insurgentes, y también a miembros de la fuerza pública.

Lo que hoy sucede en Argentina puede ser una anticipación débil de lo que podría pasar aquí, en este país cuya guerra aún no ha terminado y donde desaparecer y asesinar testigos es pan de cada día.

Cuánta hiel habrá que tragarnos ahora para que el pasado no se repita con exactitud en el futuro. Para que podamos sepultarlo para siempre con todos sus fantasmas detestables, insaciables.

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Llagas incurables

20-09-2006
El ex dictador Jorge Rafael Videla ha perdido el indulto que le otorgó el gobierno de Carlos Menem. El martes 5 de septiembre un juez lo anuló al considerar que era contrario a la Constitución argentina. El asunto es claro. Los delitos aberrantes no pueden ser amnistiados y tampoco prescriben.

El periodo más violento de aquella dictadura se dio bajo el puño de Videla. Organizaciones de derechos humanos estiman que la mayor parte de los cerca de 30 mil desaparecidos y asesinados, los torturados y los exiliados ocurrieron en su gobierno de facto. “Deberán morir todos los que sea necesario para alcanzar la paz”, diría meses antes del golpe de 1976.

En el momento en que aparece la noticia el ex dictador se encontraba ya bajo arresto domiciliario, entre otras causas, por el robo de bebés. En los tumultos que retenían ilegalmente el ejército ya fuera para torturar o desaparecer, un gran número eran mujeres. Si estas se encontraban en embarazo esperaban con paciencia de hierro a que dieran a luz. Después, su hijo era entregado en adopción a alguna familia simpatizante del régimen. Para que la estirpe de la oposición o el hedor a protesta desapareciera de la superficie habitable.

Esta noticia no acababa de ser digerida cuando el viernes 8 de septiembre, en Chile, la Corte Suprema le quitaba la inmunidad al ex dictador Augusto Pinochet para que fuera juzgado por las torturas ocurridas en Villa Grimaldi. Lugar donde también estuvieron detenidas la actual Presidenta de Chile y su madre.

Aquella inmunidad se la había dado él mismo antes de dejar el poder con el propósito de evitar ser juzgado por las atrocidades cometidas. Durante su dictadura agentes directos o indirectos del Estado asesinaron y desaparecieron a más de dos mil personas, de acuerdo con la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.

En la noche del domingo 10, unas 5 mil personas protestaban en las calles de Santiago en vísperas de un nuevo aniversario del golpe militar. Y, entre razones, se movilizaban para recordar aquellos asesinados y desaparecidos.

La semana apenas comenzaba y el lunes 11, en Uruguay, un juez ordenaba procesar y enviar a la cárcel a seis militares y dos policías por el secuestro y desaparición de varios ciudadanos uruguayos en el vecino país de Argentina, en tiempos también de su última dictadura.

La noche anterior otro militar se había pegado un tiro de gracia en la cabeza -tal vez siendo consecuente con el honor militar. Iba a ser interrogado dentro del mismo caso. Todos ellos estaban cobijados por una ley de amnistía que prohíbe procesarlos por violaciones a los derechos humanos.

El fallo del juez ha levantado críticas, sobre todo porque algunos consideran que desconoce garantías jurídicas para los ex militares establecidas por la democracia. “La peor lección que les podemos dar a los uruguayos es que los militares finalmente tenían razón; o sea, que el fin justifica los medios, que yo puedo ignorar las garantías, los derechos y las libertades en aras de lograr mis objetivos”, expone Carlos Ramera, un ex asesor presidencial. Sin embargo, Ramera desconoce que a ratos la justicia está por encima de las leyes.

Este encadenamiento de hechos que, por inesperados parecen extraños, suceden en el Cono Sur impulsados por nuevos gobiernos y una parte de la población que desea espantar con justicia los fantasmas de una violencia terrorífica que los acompañó en un lúgubre período del siglo pasado.

En esta extraña sucesión de días también habría que incluir la muerte del ex dictador Alfredo Stroessner ocurrida el 15 de agosto pasado. Quien se llevó a la tumba una cifra de 32 mil asesinados o desaparecidos y más de 1 millón de exiliados. Murió en Brasil pero con una solicitud de extradición para ser procesado.

El asesinato, los crímenes atroces y de lesa humanidad producen un tipo de desprendimiento de piel que hace sangrar por el resto de sus días a quienes los patrocinan y ejecutan. Y tal cual muestran los episodios del Cono Sur, estos sangrados no pueden ser curados ni con blindajes constitucionales. Atormentar y arrebatar vidas humanas tiene sus costos físicos y éticos de por vida. Provocan llagas en el cuerpo y en la conciencia que sólo alcanzan a ser toleradas porque se necesita edificar sociedades en paz.

Cada uno de estos señores imaginó ser un gran carroñero que engordaba su estómago con carne humana. Cóndores desplegando sus alas como amigos sobre un subcontinente para arrojar al mar “la carroña” que les sobraba. No obstante el pasar de las décadas, el recuerdo permanece punzante al lado de la exigencia de una justicia que no favorezca a quienes se provocaron males incurables.

Su propia fosa

11-10-2006
Cuántos secretos escalofriantes guarda la tierra. Ella que nos ha ayudado con los alimentos y riquezas. Que muchos campesinos desean y no tienen. Y a la que obligamos a guardar muertos que no quiere, aunque los gusanos que la habitan y el monte que la adorna se nutran con sus partes blandas.

Cuando ha pasado un buen tiempo la tierra que ha sido removida con pala cede un poco. Se hunde, tal vez tratando de mostrar que esa sedimentación no es normal. Que es producto de los brazos humanos –Algunos expertos podrían señalar que el territorio colombiano se ha hundido algunos centímetros producto de tanta tierra removida para sepultar cadáveres.

En Putumayo han encontrado uno de estos hundimientos. En su interior, la osamenta de una mujer. Y en la parte que alguna vez fue vientre, pequeños huesos en formación. Tenía unos siete meses de embarazo.

En la zona rural de La Gabarra, Norte de Santander, en abril pasado encontraron dos de estas oquedades de tierra blanda con cerca de treinta restos humanos. La eficiencia aplicada al arte de acabar vidas humanas a veces puede producir hacinamiento de cadáveres.

Algunos seres no fueron sepultados en excavaciones medianas. Escuetamente se les ubicó en pequeños hoyos, previo corte o desmembramiento de su cuerpo. Entre otras razones, porque produce menos cansancio picar carne que cavar un hueco decente.

Sin embargo, no todos aquellos que les quitaron la vida han tenido este tipo de sepultura. Sus cuerpos han quedado al descubierto, sobre la faz de la tierra para que todos observáramos lo que ciertos humanos son capaces de hacer con un machete o un fusil. Otros, en medio de la fatiga, simplemente fueron arrojados a algún afluente. La cosa podía depender del tipo de retaliación, mensaje o de las circunstancias del asesinato.

Algunas osamentas aparecen con fracturas, cortes. Lo que evidencia la posible tortura previa a la última súplica. Otras evidencias indicarían que las víctimas eran ladrones de barrio, prostitutas u homosexuales –Los males sempiternos de nuestra pervertida moralidad cristiana.

En un lenguaje que desvergonzadamente espera reconocimiento político, a esto tipo de aniquilación sistemática y prolongada de las fuerzas paraestatales colombianas se le llama “quitarle el agua al pez”. Aunque el pez no necesite del agua para subsistir y reproducirse.

En días pasados el Presidente de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación estimó que sólo del lado paramilitar se podrían hallar unos diez mil cuerpos enterrados en esas tumbas terroríficas e improvisadas.

Pero antes de que se sepa toda la verdad, algunos de los que las cavaron corren a removerlas de su conciencia. Confesándole a algún sacerdote o a la Fiscalía el paradero. Pero también removiéndolas directamente para lanzar lo que queda dentro de ellas a algún lugar donde desaparezcan por siempre.

El jefe máximo de estos excavadores y mutiladores, era implacable. “Si a un enemigo hay que matarlo yo digo: hay que matarlo”. Y más frío aún, “Nuestros métodos producen excelentes resultados”, le responde en el 2000 al periodista Darío Arizmendi en aquella primera entrevista televisada y efectuada en horario triple A.

Pero estas numerosas tumbas degradantes tienen su misterio. Se pegan en la piel de quien las excava o patrocina y empiezan a halar hacia ellas. Como si el destino fuera fatalmente circular. Al modo en que algunas serpientes se destrozan mordiendo su propia cola.

En el 2004 el jefe máximo recibió en la sien izquierda un impacto de bala nueve milímetros. Posteriormente, conducido a unos veinticinco kilómetros del hecho en una camioneta de estacas. Su cuerpo esperó a la intemperie en medio de los ruidos de la naturaleza y del calor atlántico mientras la pala cavaba. Luego, su cuerpo es arrojado a la fosa común. Su propia fosa. Una muerte y una excavación que al parecer tienen un sello fraterno.

En aquella entrevista de Arizmendi, el jefe máximo se refería al perdón a sus enemigos históricos, y lo hacía realmente sin meditar mucho sobre su propio futuro. “Habrá que echarle tierra a eso”, dijo.

Pero, antes de echar tierra a eso habrá que seguir reexcavando para sacar de las profundidades el dolor de muchos de los que ahora acompaña.

Nuestro Nobel escribe

24-08-2006
Su imagen ha reaparecido. Sentado y en sudadera sostiene en sus manos la edición sabatina del periódico oficial. El titular de la edición en letras grandes trata de anticiparse como quien desea exorcizar por anticipado la culpa: “Absuelto por la historia”.

Fidel Castro respira, habla, sonríe. No ha muerto. El final que desean con alegría algunos aún no se ha dado. Cuando se supo del derrame intestinal la certeza de que la defunción lo abrazara enfiló en bandos a exiliados, residentes, escritores, políticos.

Cada cual está mostrando sus cartas a la historia y Castro hace campaña antes de su muerte para que aquella le sea favorable cuando se encuentre en los terrenos brumosos de la eternidad.

Cubanos de Miami se regocijan sin vergüenza del derrame intestinal de Castro. Salen a las calles a celebrar lo que esperan sea la víspera de su muerte. “Este es un momento histórico. El dictador que llevaba más años en el poder que nadie ya se derrotó”, dice uno de ellos. Aunque nada tiene que ver la delicada salud de Fidel con la oposición política de los exiliados cubanos.

Duras palabras redactan el peruano Álvaro Vargas Llosa y el cubano Carlos Alberto Montaner. Del otro lado, palabras de apoyo expresan el uruguayo Mario Benedetti y el portugués José Saramago. Lo propio hacen los presidentes de Bolivia y Venezuela. Las pasiones de la política iberoamericana se agitan divididas.

En medio de la alegría de unos y de la tristeza de otros, nuestro Nobel escribe. No lo hace el novelista, ni el periodista. Escribe el amigo. Cercano, contundente. El Fidel Castro que yo conozco, se titula. Estas palabras también tienen un tono de anticipación. Son dos cuartillas bellas que expresan admiración, respeto y fuerza en medio de las dificultades de la enfermedad.

“Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. […] Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal”. Los amigos sólo se conocen en momentos difíciles, dice la sabiduría.

Nuestro Nobel no se inmiscuye en discusiones políticas. Elige al hombre bueno, al ser admirable. Y, por lo tanto, redacta una descripción incompleta. Nunca habla del Fidel que también conocemos. El de aquellos que han probado su mortal determinación. A la memoria llegan borrosas las imágenes de los fusilados en la isla, de los presos políticos que aún permanecen en las cárceles.

El mismo Saramago afirma en 2003: “Cuba no ha ganado ninguna heroica batalla fusilando a esos tres hombres, pero sí ha perdido mi confianza, ha dañado mis esperanzas, ha defraudado mis ilusiones. Hasta aquí he llegado”. Se refiere a Enrique Copello, Bárbaro Sevilla y Jorge Martínez, quienes estuvieron frente al pelotón de fusilamiento por haber secuestrado una lancha con medio centenar de pasajeros.

Fidel Castro es uno de los políticos más importantes del siglo XX. Y es uno de los hombres que encarna las contradicciones y el drama de una América Latina que ha soñado con la justicia y la prosperidad a través de los caminos de la democracia, el comunismo y las dictaduras militares, pero ni las unas ni las otras las han logrado.

La enfermedad de Castro coloca en la mesa la controversia sobre el tipo de sociedad deseada para América Latina. Y en este forcejeo de voces es conveniente que su figura aparezca completa. En lo inconmensurable, en sus contradicciones y en sus excesos. “[…] el amor parece ser la virtud de los amigos”, escribió alguna vez Aristóteles. Pero el amor no puede ser cómplice de silencios demasiado audibles.

Asesinato de mujeres en el 'extremo occidente'

10-08-2006
En un crisol de hierro en forma de cruz se han solidificado las lágrimas de sus familiares. Han metido la cruz, transparente y brillante, al lado de otras ya viejas y diluidas. María Verónica, aparece en la nueva inscripción. Más de 2 mil doscientas mujeres y niñas han sido asesinadas en Guatemala entre el 2001 y el 2006. Este año ya van más de doscientas treinta.

Amnistía Internacional dio a conocer el último informe hace dos semanas: “Guatemala. Ni protección ni justicia: asesinato de mujeres”. Las cifras remueven las entrañas. Un territorio donde los hombres matan día tras día a las mujeres como matar conejos y donde la justicia no existe.

De un total de 665 mujeres y niñas asesinadas en el 2005, sólo en dos casos se han producido sentencias condenatorias. “A Claudina la mató una cosa: la impunidad […]. Su asesino sabía que la probabilidad de que lo encontraran era muy remota”, afirma el padre de Claudina Velásquez, con su cruz de lágrimas incrustada en el pecho.

Con una impunidad que se ríe a carcajadas en los barrios pobres y marginados algunas preguntas se invierten: Por qué no matarlas si no pasará nada. Casos y casos polvorientos y amontonados sumándose a la precariedad de los estados de América Latina. Es que hay una “saturación de casos y poco personal”, reconoce el fiscal de delitos contra la vida, Renato Días Durán.

Quiénes aparecen como presuntos asesinos. La mayor parte son hombres. Miembros de pandillas (de las famosas maras), ex cónyuges, novios, asesinos en serie. Pero también la propia sociedad que trata de culpar a las mujeres y niñas asesinadas de la brutalidad con la que fueron marcadas.

“La última vez que fui a la fiscalía 5 de Mixco […] fue la última vez, ya no me da ganas de ir. La auxiliar fiscal quien fue la que levantó el cadáver de mi hija […] me dijo que a tu hija la mataron porque ella era una cualquiera, una prostituta […] ella empezó a reírse de mí y yo empecé a llorar y la jefa de ella no dijo nada”, afirma la madre de María Isabel Franco a Amnistía Internacional.

Pero el asesinato sistemático de mujeres y niñas no es una patología sólo de Guatemala. México ha acumulado fama por los asesinatos ‘misteriosos’ en Ciudad Juárez. Hasta mayo pasado la cifra alcanzaba 369 mujeres en doce años. En un país que aspira a ultranza a ser parte del primer mundo, las cifras nacionales aterrorizan. Entre 1999 y 2005 fueron asesinadas más de 6 mil mujeres y niñas.

En Perú fueron asesinadas una mujer cada dos días y fracción durante el 2003, concluye la fundación Demus. Y Colombia no se puede quedar atrás, cada seis días es asesinada una mujer a manos de su pareja o ex pareja, según los datos de Medicina Legal. América Latina es el ‘extremo occidente’, diría el investigador francés Alain Rouquie.

Detrás de esta violencia están las venas de ese patriarcalismo enquistado en la cultura cotidiana. La mujer, propiedad masculina, siempre inferior y objeto de abuso, al punto incluso que se puede disponer sexualmente de su cuerpo antes de matarlo.

Para evitar estos asesinatos se le exige a los estados acabar con la impunidad y mejorar la seguridad. Pero estamos urgidos de más. Hombres que respeten la igualdad de la mujer y la libertad que las abriga para decidir sobre su propia vida y sobre su sexualidad. Menos machos para que hayan menos lágrimas solidificadas por el dolor.

El asesinato de hombres respecto del de mujeres es mayor en Guatemala y en toda América Latina. No obstante, según la Procuraduría de Derechos Humanos de aquél país existe una diferencia en la tragedia. “A las mujeres se les hace sufrir más antes de la muerte”.
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Migrantes incansables

Julio 2006
Hace unos cien mil años pequeños grupos de humanos atraviesan el Mar Rojo para adentrarse a la Península Arábica. Salían de África. Sus pies infatigables, el desafío de la supervivencia y la osadía los llevan al Asía índica y al Asía profunda. Y hace unos cuarenta mil años dejan las primeras huellas fosilizadas de sus pies en algún pedazo de tierra húmeda de Europa.

El camino así como el futuro son interminables. La vida es dura y está llena de incertidumbres y peligros. Niños, mujeres y hombres ponen sus callos y cicatrices en América quince mil años atrás. El ser humano en su andar supera los límites que él mismo se inventa para amarrar su propia libertad.

Cien mil años y el hombre sigue saliendo en hordas de la majestuosa África. Aspira a dejar su desesperanza y hambruna en el camino aunque esto le implique incluso dejar su propio cuerpo ahogado en las aguas saladas del mar -para que los peces continúen perpetuando el ciclo de la vida. Alrededor de unos dos mil seres humanos mueren cada año tratando de atravesar el Mediterráneo para llegar a sociedades más tranquilas y prosperas de Europa.

Del otro lado del Atlántico el movimiento continúa. Miles de latinoamericanos abandonan su exuberante subcontinente porque la pobreza y el desempleo les ahogan la vida. Muchos también perecen en las trochas que llevan al Norte. Aquellos que no han podido o no podrán nunca ahorrar en su propia tierra para pagar un visado o comprar un pasaje de avión, se lanzan al inhóspito Desierto de Arizona con el sueño de alcanzar un futuro más digno.

Horas de sol implacable y fuertes temperaturas terminan succionándole al cuerpo sus reservas de agua hasta hacerlo caer y convertirlo en parte de la brisa polvorienta y fétida. Sólo entre los muertos mexicanos se calculan unos cuatrocientos cada año. Intentaban llegar al sueño de las oportunidades y prosperidad estadounidenses.

El Informe de la Comisión Mundial sobre las Migraciones Internacionales (2005), estimó que el número de migrantes internacionales ronda los doscientos millones. Lo que significa que 1 de cada 35 personas en el mundo es migrante internacional. La Mitad son mujeres. En el fondo la mayor parte de la gente se sigue desplazando por la misma razón que hace miles de años: mejorar su vida y la de sus familias.
Pero en los tiempos actuales las sociedades humanas han dividido toda la tierra conocida igual que un ponqué. Cada parte reivindicando su historia, metas locales o su sueño de identidad cultural bajo el andamiaje del Estado-Nación. Esto, entre otras cosas, ha incrementado la estigmatización y rechazo del inmigrante, además de aumentar las trabas jurídicas, el reforzamiento de las alambradas y patrullajes militares o la construcción de muros en las fronteras. “Buenos muros hacen buenos vecinos”, eso piensa el senador estadounidense Jeff Sessions.
La historia de las migraciones del hombre nos muestra que “toda la especie humana o somos inmigrantes o somos descendientes de inmigrantes”, anota el investigador Bob Sutcliffe en su libro Nacido en otra parte. No obstante esta evidencia, en los países que durante la época de los Imperios de ultramar fueron exportadores indiscriminados de inmigrantes -pero que ahora hacen de receptores-, los temores, prejuicios e ignorancia afloran abiertamente o se reproducen en la mudez agresiva de sus ciudadanos.
“[…] Y mientras tanto, vemos como nuestros derechos ‘básicos’ se van degradando, ya que hay que repartir con todo el que llega la sanidad, prestaciones, pisos de protección oficial, enseñanza, y que como siempre, son los españoles mas desfavorecidos los que pagan las consecuencias. Llegará un día en que la solución sea de tipo hitleriano: Hitler no llegó gratuitamente al poder, sino votado por una clase trabajadora empobrecida, extenuada y sin salidas dignas”, dice un ciudadano español que prefiere reservar su identidad.

Cada año se celebran encuentros internacionales para abordar el asunto de las migraciones internacionales, y el temario es casi siempre el mismo: regularización parcial de ilegales, visados, controles fronterizos, crimen organizado, recepción de deportados, &. Pero estas temáticas se quedan cortas. El incremento en las últimas décadas de las migraciones entre y al interior de los continentes, en un mundo cada vez más globalizado, indican que el movimiento humano exige un planeta de fronteras abiertas y más justo.

El reto es grande porque conllevaría la desaparición del Estado-Nación o por lo menos el final del modelo de Estado que existe hoy: monolítico, conservador. Su reemplazo comportaría una organización de gobierno y marcos jurídicos mundiales por encima del él. E implicaría también el renuevo de las identidades nacionales fuertes por identidades multiculturales y transcontinentales. Y, muy importante, la extinción de la idea de que en el mundo pueden convivir armoniosamente islas boyantes de bienestar y estabilidad relativos con continentes empobrecidos y en tensión permanente. Pero aún falta mucha brega para llegar a la materialización de todo esto.

Si el hombre tuviera las generosas alas del cisne de tundra volaría cada otoño desde la Siberia rusa hasta el sur de Europa, tratando de asegurarse alimento todo el año. O migraría por millones como las delicadas mariposas monarca desde el sur de Canadá hasta los bosques de pino que se hallan en el centro de México, para hibernar entre noviembre y marzo. Pero el hombre no tiene esas alas; sólo tiene unos pies. Suficientes para que toda su historia sea la de un migrante. Incansable.

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http://www.semana.com.co/wf_InfoArticuloNormal.aspx?IdArt=96096

Fútbol: el infantil juego

28 -06-2006
Sobre un suelo polvoriento y abrazado por el sol, donde derruidos ladrillos o trozos de palo hacen de portería, los niños seducen o se dejan seducir por la esfera del hermoso juego.

El juego, o los sueños que inspira, lo comparten niños en la extensa y pobre África, en la imponente Rusia, en la isla grande de Australia, en la península de Korea, en la deslumbrante Sur América o en los fríos polos de este planeta caliente. La tierra, ese lugar natural y bello donde el hombre despliega su compleja condición es también redonda como un balón.

Con el pasar de los años los campeonatos mundiales hacen del mundo un lugar pequeño y reconocible para todos, un gran barrio conectado por cables que finalizan en pequeñas pantallas. El corte de pelo del jugador inglés David Beckham, la magia del brasileño Ronaldinho Gaúcho, las jugadas del francés Thierry Henry o la sorpresa del camerunés Samuel Eto´o son imitadas por chicos y grandes en cada rincón del planeta.

Y las camisetas de los clubes más importantes se pueden conseguir en tiendas deportivas o en ventas callejeras de Taiwán a Croacia, de Honduras a Sudáfrica. Los significados de un mundo cada vez más globalizado son más sencillos de explicar con una pelota que con un crayón.

Al lado de la pasión futbolística está la larva del chovinismo. Los colores de las camisetas son signo de la división humana, de anacrónicas identidades, de evanescentes estilos de vida, de guardados sufrimientos históricos, de remembranzas de felicidades pasadas y de primitivos orgullos tribales.

Cada partido parece el enfrentamiento bélico de dos sociedades por otros medios, pero en una zona desmilitarizada: el cántico de los himnos nacionales, el hondeo de las banderas en las graderías, el maquillaje colorido en las mejillas, los gestos de triunfo y los rostros enmascarados por la derrota.

En la semana inaugural del Mundial el vocero del Partido Nacionalista Alemán –organización relacionada popularmente con el neonazismo– ha dicho que su organización guarda simpatía por el equipo iraní. “Porque este equipo se compone solamente de jugadores nacionales, a diferencia de los equipos europeos”. Su final añorada sería Alemania contra Irán.

Estas expresiones contrastan con el mensaje oficial del campeonato: “Alemania 2006. El mundo hospedado entre amigos”. Por fortuna la amabilidad y hospitalidad germana mostrada en este certamen sepultan en parte ese amor enfermizo al propio país y el desprecio por lo extranjero que engendran los neonacionalistas allá y sus homólogos en otras cuevas del globo.

Lo ideal sería que el juego de la pelota estuviese limpio de política. Que esta última se quedara en una silla barata de la tribuna como un espectador más. Pero no, la realidad es otra. Su nariz se expande en el césped de la cancha. Para el equipo africano de Costa de Marfil cada partido es también una gota de sudor apostada a la consecución de la paz en un país dividido por la guerra desde 2002.

“Este es un momento muy difícil para Costa de Marfil. Nuestros hijos también lo sienten cada vez que salen a la cancha y saben que no están sólo jugando un partido […], están jugando por la paz", dice la madre del mediocampista Didier Zokora. La política se cuelga de los botines de los jugadores embadurnando y obstaculizando el buen juego.

Por fuera del césped surge otro tipo de partidos ligados a la carne. La pasión en las graderías, la cerveza y la inflamación que produce la entrada del verano en Europa estimulan los apuros sexuales. Unas 40 mil mujeres entre alemanas y extranjeras ofrecen sus lascivos servicios alrededor de los estadios del mundial, según cálculos de la organización alemana de asesoramiento a prostitutas, Hydra.

“En un día ganamos casi tanto como antes en más de una semana”, dice una de las encargadas de saciar esas compulsiones del cuerpo. Para algunos esto es parte de las zonas grises del comercio que arrastra el deporte rey.

En contraste, semana tras semana nuevas niñas y mujeres se enlistan en equipos de cada continente. El año próximo el seleccionado alemán tendrá que defender el título en la Copa Mundial que se celebrará en China. El fútbol femenino a simple vista puede parecer lento, pero en el fondo es más armonioso y permite urdir con mayor detalle cada jugada.

Y algo significativo es el hecho de que no está lleno, ni en la cancha ni en las graderías, de ese contenido violento que blanden las hormonas masculinas. En el futuro el hermoso juego será más encantador de lo que es hoy. El balón sabe dormir, pero sobre todo volar desde el empeine femenino.

La intelectualidad no se queda por fuera de la seducción derrochada en los coliseos modernos. “Creo que el fútbol es un pensamiento que se juega, y más con la cabeza que con los pies”, ha afirmado Milán Kundera.

Pero décadas atrás quien fuera jugador del modesto equipo de la Universidad de Argel, Albert Camus, reflexionaba ya sobre las lecciones que se pueden derivar de este sencillo juego. “Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga”. Así son también algunas cosas de la corta vida.

La esfera seguirá rodando. Y no importa de qué esté hecha: si de cuero, de rústico y duro plástico, de caucho o simplemente sea un redondeado trapo mugre. Lo importante es que sea dócil y que parezca tener vida propia para cruzar cualquier improvisada portería.

Es más fácil tomar una pelota con las manos. Pero es menos divertido y exigente. Este reto a la motricidad humana le otorga también algo al fascinante juego. Su perenne e infantil sentido.
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