Día de la Tierra, a flor de piel

21-04-2010

La belleza tiene unas alas concebidas para conmover, para atraparnos en sus sedas intangibles, para hacernos reconocer las profundidades más ignotas de nuestra pequeñez e ignorancia. La belleza de la naturaleza flirtea con los sentidos hasta llegar a ese misterio que llamamos alma. Ella crece, muta e, incluso, se nutre de lo descomunal, de lo mortal, del rugido de los volcanes, y perdura a pesar de los desastres evitables. Puede ser imperceptible a primera vista y colosal al mismo tiempo.

Sólo esta joven puede decir que lo tuvo en sus manos, durante unos minutos fugaces su alegría se enlazó a la de todos aquellos investigadores que han tenido la misma fortuna de avistar una nueva especie o de reencontrarse con alguna que se había considerado desaparecida de la faz de la tierra. Esa mezcla de azules oscuros y marinos, de pequeñas plumas verdes que no dejan de brillar y ese pico tan distintivo que cualquier flor codiciaría. Este colibrí no había sido visto por décadas y se creía extinguido, calló en las manos de Laura Cárdenas, una investigadora de aves migratorias que trabaja en las montañas del El Dorado, una pequeña reserva natural de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. ‘Ella sólo tuvo un pedacito de suerte’, dice uno de los directivos del proyecto, que sabe lo que vale el privilegio de haber tenido entre las manos a un ser que se creía desaparecido para siempre. ‘El colibrí justo voló hacia la red, simplemente por casualidad’. Laura le tomó una foto para que el planeta tuviera constancia. Luego lo liberó.

Tres mil quinientos millones de años de evolución. La tierra es un ser vivo que prodiga para toda ella, y no para nadie en especial. Entre las selvas y pantanos del Gran Mekong, en el sureste asiático, se ha descubierto un ciempiés rosado que desprende cianuro para disuadir a sus atacantes. Esta exuberante región, que parte desde el sur de China y atraviesa Laos, Tailandia, Camboya, Vietnam y Birmania, sólo empezó a ser explorada por los investigadores a finales del siglo pasado debido a los conflictos políticos que la han azotado. Sin embargo, únicamente en lo que va de este siglo se han descubierto más de mil nuevas especies. Seres que eran desconocidos para el planeta. Víboras de cascabel que impresionan por su verde intenso, conejos rayados, ranas con huesos color turquesa y sangre verde, arañas gigantes, bananos silvestres con cáscara escarlata. Todo un submundo no imaginado.

Pero hay que darse prisa, correr contra el tiempo antes de que se tale la próxima selva aquí o allá, antes de que se expandan descontroladamente nuevos territorios para cultivo, antes de que el ganado endurezca el suelo, antes de que se desplome la siguiente montaña, antes de que los cazadores lancen sus redes, antes de que la ciudad se coma el siguiente humedal. Para que se tenga una idea de la magnitud del reto y de lo asombroso que es la vida, he aquí un dato. Apenas se han registrado uno punto ocho millones de especies en el mundo, de los entre cinco y treinta millones que se estima existen en la tierra. Y de ese millón, apenas se ha podido estudiar el dos coma siete por ciento.

Cada nuevo descubrimiento es una emoción, aunque también, por lo regular, todo lo contrario, debido a que pasa a engrosar la lista de especies en vía de extinción. Se estima que unas quince mil se encuentran en peligro grave. El treinta y cinco por ciento de los anfibios, el veinticinco de los mamíferos y cerca de la mitad de las especies de los arrecifes de coral, según reporta la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Cada año, los seres humanos contribuyen a la desaparición del uno por ciento de las especies del planeta, alerta la Sociedad Zoológica de Londres. ‘Cuando vuelves a un sitio donde había un trozo de selva, ya no está. Procuras coger lo que puedes […] La biodiversidad desaparece antes de que nos dé tiempo a describirla’, dice el investigador español Rafael Zardoya.

A pesar de todo ello, los follajes de la vida continúan extendiéndose en cada pedazo donde le permitimos. Hay esperanzas de que aún se pueda revertir parte del daño que se ha causado. Este siglo ha empezado con el preludio de varias crisis ambientales, pero también con un aumento de nuestra sensibilidad hacia la naturaleza.

Estamos en época de lluvias, de primavera, de colibríes que aletean entre todas las flores coloridas que se promocionan. El suelo reverdece allí donde parecía seco y las secuoyas milenarias muestran todo su poder y esplendor. Los pájaros revolotean a los primeros rayos del sol y los parques animan la vida en las ciudades. Es tiempo de cortejo y apareamiento. Es tiempo de introducirse entre el verde de las montañas a tomar bocanadas de aire puro y celebrar el milagro que sigue siendo aún la vida en la tierra.


Fotografía: Niño en las cascadas de Kuang Si, Laos -John Stanmeyer, National Geographic.

Publicado en:

http://www.diariocritico.com/peru/2010/Abril/opinion/madrid/204539/madrid.html

La carta roja

09-04-2010

Vas a que te echen las cartas, barajas una, otra vez y los símbolos rojos y menos optimistas son los que te aparecen. Te levantas y todo lo que empiezas a hacer va dirigido a confirmar el augurio. No te levantas ni haces nada porque no vale la pena esforzarse por un futuro que ya está sentenciado. O, echando mano de la osadía, te levantas y haces todo aquello que pueda sepultar los augurios pesimistas.

En los estudios de prospectiva sobre América Latina sobresalen tres cosas: su economía no crecerá tanto en las próximas décadas, siendo más precisos, crecerá por debajo de las economías líderes de Asia. Su democracia mantendrá una moderada estabilidad, que se verá afectada por los variados populismos. Y de forma obstinada la violencia continuará, especialmente la urbana. Esta carta roja se vuelve a posar en la mesa una y otra vez jocosamente como si ya no hubiera sido suficiente.

Cuando se observa el mapa del mundo, una gruesa franja grisácea se extiende casi por completo en el hemisferio sur. Se prolonga desde México hasta los países andinos, continúa hacia Brasil y marca casi toda África, absorbe el Cáucaso, Eurasia central, Medio Oriente y se desliza finalmente hacia los estados del sureste asiático y las grandes islas del Pacífico Sur, Filipinas, Malasia e Indonesia. Es una franja que marca los territorios con mayor inestabilidad política y donde, de acuerdo con la estadística, se continuarán presentando los mayores brotes de violencia del futuro. Es, si se quiere, el mapa geopolítico de la violencia mundial, y a él continúa perteneciendo con buena reputación América Latina a pesar de sus avances.

De acuerdo con el Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo, la región aumentó en un ciento cincuenta por ciento la compra de armas en los últimos cuatro años. Es una buena compradora. Los principales clientes han sido Chile, Brasil, Venezuela y Colombia. Las razones de estas compras se deben principalmente a la modernización de la capacidad bélica, a competencias por el liderazgo regional y a medidas disuasorias. Chile gasta millones de dólares en modernización, Venezuela hace alianzas militares y se endeuda con Rusia para pertrecharse con más adquisiciones, Brasil establece acuerdos con Francia y los Estados Unidos comprando aviones, tanques y submarinos de última generación, y Colombia refuerza su cooperación con los estadounidenses permitiendo el acceso a siete bases militares ubicadas en su territorio.

A todo esto se suma el hecho de que Brasil y Venezuela han dejado abierta la puerta a incursionar en el desarrollo de programas nucleares en el futuro. Todos estos movimientos empiezan a generar preocupación internacional, sobre todo en momentos en que a algunos gobiernos de la región les ha dado por remarcar sus diferencias ideológicas con los estados vecinos, y también debido al modo poco transparente de estas adquisiciones.

Cuando se habla de armas en América Latina no hay suficientes razones para sentirse seguros, aunque se sepa que esas armas pertenezcan al Estado. Los motivos son seriamente fundados. Por una parte, la región apenas empieza a mostrar fortalezas en sus democracias después de un largo siglo de desequilibrios y dictaduras militares (aunque no está exenta de neogolpes como el que se vivió en Honduras el año pasado), que campearon en violaciones de los derechos humanos. Y por otra, al día de hoy las fuerzas armadas son uno de los actores que suman a las altas tasas de violencia. Aquéllas aún no se encuentran bajo el control pleno del poder civil.

Renovar los instrumentos de trabajo es algo normal y necesario, sólo que en este caso se trata de movimientos e instrumentos bélicos de defensa y de destrucción que no parecen tener suficiente justificación. Además de que en Latinoamérica se debería dar prioridad a las dificultades que más abruman a su población, el problema de todas estas nuevas adquisiciones y movimientos militares es que envían una señal peligrosa cuando se presentan en medio de tensiones políticas declaradas o en ascenso (como el caso en el que se encuentran hoy Colombia y Venezuela).

Todos los estados de la región deberían dar las señales inequívocas de que en América Latina se avanza hacia una disminución incuestionable de la violencia dentro de sus fronteras y a evitar cualquier señal que pueda significar una alarma para sus vecinos. Hacer lo contrario sólo contribuiría a confirmar los rojos y poco gratos augurios. Tal como se exigió a Colombia, en el recién creado Consejo de Defensa Suramericano, que informara a sus vecinos sobre sus nuevos planes de cooperación militar con los Estados Unidos, del mismo modo se le debe exigir a Brasil, a Venezuela y a Chile que informen a la región sobre sus renovadas adquisiciones. La violencia cotidiana es ya demasiado preocupante como para que ahora los estados se le sumen creando desconfianzas y peligros innecesarios.

El augurio rojo puede que te aparezca una y otras vez, pero siempre, siempre por alguna razón sabes qué es lo que se debe hacer para cambiarlo.


*Fotografía: Scorpene Attack Submarine AFP.

Publicado en:

http://www.diariocritico.com/peru/2010/Abril/opinion/madrid/202990/madrid.html

http://diariohorizonte.com/columna_det.php?col_id=22&column_id=690