País coherente

27-10-2006
El día del discurso en el que el Presidente ordenaba nuevamente el rescate militar de los secuestrados por las Farc, cenaba yo en un restaurante de comidas rápidas. La mesa contigua era ocupada por una familia un poco bulliciosa. El hombre que parecía ser el padre afirmaba en tono lógico y reflexivo que en una guerra siempre había un ganador y un perdedor, y que por lo tanto en Colombia se necesitaba eso para solucionar el conflicto armado.

Alguien sentado también en la mesa, tal vez un amigo cercano a la familia, asentía. Y agregaba, entre sorbos de bebida negra, “yo creo que los intelectuales son un problema, critican, critican. Hay que acabar con todos los intelectuales”. Las dos o tres mujeres que estaban en la mesa tragaban hamburguesas, y algo decían. Quedé algo sorprendido por la tranquilidad y naturalidad de sus rostros, un sosiego que para mí contrastaba con la dureza de esas palabras. Terminé de comer; me fui.

Entrado el fin de semana me imbuí en la revisión de la prensa electrónica, especialmente en la relacionada con las declaraciones del Presidente. Pero esta vez me detuve más en los comentarios a las noticias. En la revisión, muchos de ellos me resultaron más fuertes que los que prorrumpía entre papas fritas y mostaza la familia coherente.

Una parte de esos comentarios criticaban la decisión del Presidente por considerarla apresurada e indolente. No obstante, la mayoría eran más que un respaldo al mandatario: contenían recriminación, expresaban rabia, destilaban odio.

Guardé algunos debido a sus delicados tonos y a la profundidad humana que albergaban. “Pues que se intente el rescate militar, y si resultan muertos, pues los enterramos”, decía el señor o la señora Fuche, aludiendo al rescate militar a bala venteada de los secuestrados que aquella insurgencia pretende canjear desde hace varios años.

Reservé también para la posteridad uno de alguien que posaba de consejero presidencial. “Por qué no se preguntan cómo hicieron los países del Cono sur (Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile) para acabar con los guerrilleros. Que el gobierno recurra a esas personas que tuvieron el valor de eliminar esa lacra asesina de sus países. Sin avisos. Calladamente como ellos lo hicieron. Aunque tengamos como en Argentina un numero de ‘MADRES DE MAYO’ pidiendo ‘justicia’ en la Plaza de Mayo”, firmaba Rafgo.

Pero este último comentario terminaba con una recomendación honda de intelectual. “Estudien la historia. Las madres de mayo son las madres de todos los guerrilleros y asesinos que querían desestabilizar el país y que el gobierno inteligentemente logró eliminar para salvar al pueblo. Eso es lo que hay que hacer en Colombia”. Y remataba con íntima coherencia, “Adelante presidente Uribe”.

Al leer aquello lo conectaba con las reacciones de los políticos cercanos al actual gobierno, el tono insondable y reflexivo era semejante, aunque menos desbocado -tal vez esto último pudo haberlos limitado a que salieran a las calles a celebrar con harina y bandera en mano. “El Presidente es coherente al ver que se estaba vulnerando la seguridad democrática”, sentencia el senador Luis Guillermo Vélez.

Esa decisión del Presidente compromete el futuro de muchas vidas humanas y deja claro lo que sucederá en su segundo mandato: no habrá canje de secuestrados por guerrilleros, no se entablará un proceso de paz con las Farc; y como correlato, no habrá rescate militar de aquellos secuestrados (por razones prácticas), y no se derrotará militarmente a aquella insurgencia.

No obstante esta conclusión, el Presidente, los políticos cercanos y los ciudadanos simpatizantes con su política de seguridad se enlazan en una madeja de coherencia bélica que resume rabia y odio profundos.
Entre tanta consistencia que absorbe, recordaba yo la ilación también reflexiva e intimista que hacía hace algunas semanas Raúl Reyes, el vocero de las Farc, al diario francés Le Figaro. “En Colombia hay guerrilleros en prisión desde hace 20 años […]. Así que si los guerrilleros pueden pasar 20 años en prisión, los otros (los secuestrados) también pueden".

Entre tantos tonos y afirmaciones reflexivas y, sobre todo, ante tanta coherencia, uno a ratos se pregunta cómo saldremos de esta grasosa y ensangrentada charca.

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