Bicentenario en América

31-05-2009
Las pupilas no se dilatan. El corazón palpita lento, no se ensancha de júbilo como pocas veces suele hacerlo. La sonrisa parece prestada para una ocasión donde hay que evocar algo. En la ciudad boliviana de Sucre cortaron la cinta que da inicio a las conmemoraciones de los primeros movimientos independentistas de las antiguas colonias hispanas.

Y lo han hecho refrendando, sin haberlo planeado, parte de ese nudo de cosas casi incomprensibles que mantiene a América Latina suspendida en su letargo y en sus contradicciones. El gobierno central y el gobierno de la ciudad conmemoraron en ranchos aparte. Algunos grupos indígenas hicieron de la ocasión una vitrina para manifestarse contra la discriminación racial. Los representantes de los campesinos no se cansaron de repetir que "todo sigue lo mismo, lo mismo". Y algunos académicos continuaron distraídos en la polémica de quién fue realmente la primera independentista de verdad, si Sucre o La Paz.

Ese mismo día, al otro lado del Atlántico, el verano abrazaba ya la vieja capital de la antigua metrópolis y había que caminar despacio buscando las pequeñas sombras de las calles. Las telas pasaban debajo de las dos agujas de la máquina de coser. Fredy lleva seis años en Madrid viviendo de la modistería y del arreglo de ropa, su cuerpo y su rostro son un sello del altiplano andino. Qué te parecieron las celebraciones de Sucre, viejo. No lo sé…, no estoy enterado. Me refiero a los eventos oficiales que conmemoraron los doscientos años de las independencias. Bueno, la verdad es que no he tenido tiempo para ver noticias. ¡Vale!

Fredy brega entre ropas usadas, mangas de camisas, pinzas para vaqueros y retazos de tela. Tiene un niño aún de cuna que permanece con él durante las mañanas mientras su mujer trabaja en otro lugar. El niño parece inexistente camuflado entre tantos atuendos de los clientes, está en un rincón dentro de un coche, su cara y su fisionomía son idénticas a la de su padre, excepto por su piel que es muy blanca. En la puerta del almacén de Fredy no hay horarios, así que él entra y sale de acuerdo con sus tiempos y sus quehaceres, algo nada común en la ciudad. Tampoco hay una carta de precios, Fredy lo pone de acuerdo con el cliente y a veces hace rebajas, algo poco habitual también. Un nieto de la vieja América indígena sobreviviendo y trayendo un poco de sus costumbres a la antigua metrópolis, y como otros latinoamericanos las conmemoraciones le dicen poco.

Es importante conocer la historia. Pero igual de importante es otorgarle su justa medida. La poca alegría y el desconocimiento que se puedan expresar hoy con el arribo de este nuevo aniversario están llenos de honestidad. Porque en las paradas militares, en los museos del bicentenario, en las páginas Web que recuerdan anécdotas de la época, en las nuevas avenidas, puentes y monumentos que ya se piensan inaugurar en varios países de la región como remembranza hay cierta falsedad y anacronismo.

Las personas que hace doscientos años dieron su vida y su muerte o que pelearon con la pluma y las ideas por una libertad que hiciera surgir una nueva sociedad, lo hicieron por un sueño. Por un sueño que sería posible construir al alcanzar la libertad. Pero ese sueño se extravió entre guerras civiles, divisiones, latifundistas, elitistas, dictadores, populistas, y revolucionarios. Entre la falta de una gran visión que aún persiste. La libertad es un valor, pero sobre todo, es una condición para lograr otros valores. Y existiendo carencias que hacen sufrir a la gente, la alegría será triste e incompleta. La libertad no se buscó para conmemorar aniversarios.

En una de las conferencias sobre este tema que se han efectuado, el chileno Martín Hopenhayn sugería la necesidad de una “cuota de olvido sano” después de haber pasado revista a la historia, pedía también un mayor esfuerzo por edificar la democracia y la ciudadanía. Tiene razón. Hoy la vieja metrópolis es un país democrático que ha logrado el bienestar de su gente, un país que consiguió superar la pobreza y el abuso militar. Hoy los antiguos territorios coloniales de América siguen en deuda en estas materias.

Después de doscientos años se echa de menos una América Latina unida, pensada para el bienestar de toda su gente. Que la historia sirva para recuperar los sueños y abrazar el futuro y no para engañar con patriotismos. Porque los patriotismo además de tener su dosis de mentira, nublan la mirada. Bolivia ha iniciado las conmemoraciones oficiales del bicentenario con una impronta de división interna y de reclamaciones históricas. Lo propio para que su conmemoración sea pronto un recuerdo intrascendente. Luego le seguirán con actos oficiales Ecuador y México. Y hasta ahora todo parece preparado para festividades y alborotos que esquivarán los desafíos pendientes de la región.

Mientras todo esto pase, en la vieja metrópolis Fredy seguirá con sus manos secas cortando y cosiendo telas, y sabiendo poco de esa América a la que aún no ha vuelto.

*Fotografía: AP, 24-05-2009.

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