Obama: un sentimiento recorre el mundo


10-11-2008
Hay un derroche de optimismo. Aún sigue pareciendo increíble. Pero ya no es un sueño.
Todos los seres humanos pueden sentir esa fuerza que nos lleva a rechazar lo injusto. A sentir el escalofrío que producen los enjambres de la humillación.

Es sólo una imagen a todo color reproducida en un trozo de cartón. Sin embargo, hacia ella se dirigen los besos de los niños. Cabellos y cejas negras impecables, camisas blancas y piel morena. Saltan, gritan de alegría. Celebran en Nueva Delhi el triunfo de un hombre que está a miles de kilómetros, que no representa a su país y que no será su presidente. Pero ellos celebran de modo incontenible un triunfo que sienten como suyo.

Otros más, los “intocables”, los que ni siquiera pertenecen a la rígida estructura de castas de la India, celebran al frente de una estatua de Gandhi, tocan tambores y bailan mientras sueñan que algún día uno de ellos también podrá llegar a dirigir el destino del segundo país más poblado del planeta.

Un sentimiento ha recorrido el mundo. No ha sido el de pánico o rencor –que lo ha hecho durante estos últimos años. Ha sido la alegría por el reconocimiento de una dignidad que ha sido humillada y despreciada durante siglos. La dignidad de una parte de los seres humanos. La de los negros.

Ese sentimiento de alegría ha engrandecido el optimismo de las minorías y de los débiles del planeta que continúan bregando para que su entorno sea más respetuoso y para que sus vidas sean mejor de lo que hasta ahora han sido. La tierra ha recibido una inyección ética que le hace volver a creer que la justicia no es sólo un sueño, sino que a veces también puede convertirse en una realidad. Esa es una de las razones por las que al lado del alborozo también irrumpieron esas lágrimas que llevaban años represadas, no sólo en los Estados Unidos, sino también en los rincones de África y en los otros rincones del planeta.

A la memoria viene ese espíritu gris que poco a poco se apodera de las niñas y de los niños negros en los primeros años de su vida. Que los de piel clara no los consideran iguales. Ese espanto que ha hecho que algunos se avergüencen del color de su piel, de sus narices anchas y de sus cabellos ensortijados. Que entristece y acompleja cuando se va a la escuela, que se torna insoportable cuando apenas comienza la adolescencia. Y que puede llegar a convertirse en un resentimiento hondo que además, en silencio, se debe aprender a tragar. "Y la ironía final es que si te negabas a aceptar la derrota y te enfrentabas a ellos, tenían un nombre para ti: paranoico, extremista", escribía Obama en uno de sus libros.

Por ello el triunfo de un negro en las presidenciales del Estado con más poder en el mundo, una nación de mayoría blanca, que practicó la segregación racial, del país de los clérigos del Ku Klux Klan, cobra la fuerza que se ha visto en estos días en toda parte. “Y acá en la India nos tenemos que preguntar cuándo veremos un ‘Obama' que nos ayudará a levantarnos por encima de nuestras diferencias. Y guiarnos hacia el ‘cambio en el que creemos'[…]. No en el 2009 […] pero algún día con certeza”, escribía un blogista.

El filósofo moral Peter Singer discutía en uno de sus artículos recientes si el mundo avanza o no hacia un progreso moral a pesar de las barbaridades y atropellos que se siguen cometiendo. Él piensa que sí. “Las palabras tienen consecuencias, y es probable que lo que una generación diga pero no crea verdaderamente la próxima sí lo crea e incluso actúe en consecuencia”, escribe. Y eso es lo que ha pasado en ese país de América. Han convertido un sueño de reconocimiento en realidad.

Un nuevo sentimiento recorre los rincones del planeta. Un sentimiento que seguirá en movimiento porque no todo está hecho. Hay más sueños en espera.
*Fotografía: Reuters