Ovejas en tiempos de 'parapolítica'

26-02-2007
Hay palabras llenas de razón y profundidad humana. “Sin verdad, la reconciliación es como una cicatrización en falso, la piel se ve sana pero la infección queda por debajo. Sin verdad, no se desprevienen los corazones. Sin verdad el perdón no es sincero, se mantiene por allá, anidada una semilla de venganza”. Desmond Tutu, quien fuera el presidente de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica, acogería estas palabras.

Pero no son suyas. Luego de la segunda declaración libre ante la Fiscalía del ex jefe paramilitar, Salvatore Mancuso, el Presidente ha reforzado su discurso. Enfatiza como nadie en la verdad y la reconciliación. Sus palabras sorprenden. El mundo “va tener que aprender a respetar a Colombia” por su Ley de Justicia y Paz. “A mí me parece muy importante la verdad total”.

Y tal vez tenga alguna razón. No obstante, quiere recoger frutos que no le pertenecen, o lo que dice no corresponde con lo que hace. En primer lugar, la verdad total nunca fue un objetivo fuerte en la Ley de Justicia y Paz. Hoy los ex jefes paras están obligados a decir toda la verdad gracias la sentencia de la Corte Constitucional, que eliminó la ‘laxitud’ que tenía la ley en este sentido.

Y si en este momento Rafael Pardo se encuentra en las toldas del Partido liberal se debe, entre otras, a que fue tratado de desleal en las toldas uribistas por no apoyar los primeros textos que redactó el gobierno. Ninguno de los proyectos que presentó el gobierno -el del Ministerio del Interior y el del Comisionado de Paz- exigía la confesión plena. Además de que maniataban a la justicia dándole poco tiempo (60 días) para investigar y verificar los hechos que fueran declarados por los ex paras en sus versiones libres.

En segundo lugar, el verbo presidencial se verifica con políticas públicas concretas. Si la verdad y la reconciliación son un compromiso hondo debieron tener, por lo menos el año pasado y este que transcurre, un capítulo y un rublo significativos en el Presupuesto Nacional, pero no. Lo poco que hay sólo alcanza para que la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación medio funcione.

Ahora, se dirá que la verdad y la reconciliación son asuntos de futuro. Perfecto. Pero si se mira el documento de futuro de este gobierno, Visión Colombia, Segundo centenario: 2019, no aparecen por ningún lado.

Y en tercer lugar, la otra cara de su discurso está lejos de la reconciliación y la verdad. Al inicio del primer mandato “nosotros encontramos no menos de 60 mil terroristas” en el país. Estos señores son “sicarios de la democracia”, ha dicho en Costa Rica ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y puede que acierte técnica o figurativamente. Pero, ¿es este el lenguaje que promueve una nueva relación entre víctimas y victimarios?

Ha dicho también ante el cuerpo diplomático que “la búsqueda de la verdad no es la acción de sembrar el odio”. Sin embargo, pocos días después calificó a ex miembros del extinto M-19 de “terroristas de traje civil”. Este es el lenguaje que sanará las heridas.

Se puede contra argumentar sosteniendo que los gobiernos pueden rectificar sus políticas en el camino -y ojalá todos tuvieran el carácter para hacerlo. Pero aquí no hay ninguna rectificación. Hay sí, un camuflaje y un intento de fabricar una coraza de inmunidad ética en medio de la cacería que implica la ‘parapolítica’ -que conduce por varias trochas, vergonzosamente, a la figura del Presidente.

Adicionalmente, en un país de tantos excesos históricos los temas de la verdad y la justicia tocan la sensibilidad de la gente de a píe. Hoy estos temas son más sensibles incluso que los temas de la seguridad democrática. Hay aquí una mina antes subestimada que en la coyuntura actual puede mejorar la imagen pública. Pobres Ong, primero estigmatizadas y ahora plagiadas.

Pero no. Difícilmente los lobos pueden disfrazarse por mucho tiempo de oveja porque sus patas y su condición carnívora los develan. “Alcanzar el éxito compitiendo agresivamente y triunfando a expensas de los demás es completamente censurable”. Diría Desmond Tutu.

El Presidente no sólo quiere salir airoso de la ‘parapolítica’, sino que quiere hacer creer que ha luchado por lo que no ha luchado. Censurable.

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