Asesinato de mujeres en el 'extremo occidente'

10-08-2006
En un crisol de hierro en forma de cruz se han solidificado las lágrimas de sus familiares. Han metido la cruz, transparente y brillante, al lado de otras ya viejas y diluidas. María Verónica, aparece en la nueva inscripción. Más de 2 mil doscientas mujeres y niñas han sido asesinadas en Guatemala entre el 2001 y el 2006. Este año ya van más de doscientas treinta.

Amnistía Internacional dio a conocer el último informe hace dos semanas: “Guatemala. Ni protección ni justicia: asesinato de mujeres”. Las cifras remueven las entrañas. Un territorio donde los hombres matan día tras día a las mujeres como matar conejos y donde la justicia no existe.

De un total de 665 mujeres y niñas asesinadas en el 2005, sólo en dos casos se han producido sentencias condenatorias. “A Claudina la mató una cosa: la impunidad […]. Su asesino sabía que la probabilidad de que lo encontraran era muy remota”, afirma el padre de Claudina Velásquez, con su cruz de lágrimas incrustada en el pecho.

Con una impunidad que se ríe a carcajadas en los barrios pobres y marginados algunas preguntas se invierten: Por qué no matarlas si no pasará nada. Casos y casos polvorientos y amontonados sumándose a la precariedad de los estados de América Latina. Es que hay una “saturación de casos y poco personal”, reconoce el fiscal de delitos contra la vida, Renato Días Durán.

Quiénes aparecen como presuntos asesinos. La mayor parte son hombres. Miembros de pandillas (de las famosas maras), ex cónyuges, novios, asesinos en serie. Pero también la propia sociedad que trata de culpar a las mujeres y niñas asesinadas de la brutalidad con la que fueron marcadas.

“La última vez que fui a la fiscalía 5 de Mixco […] fue la última vez, ya no me da ganas de ir. La auxiliar fiscal quien fue la que levantó el cadáver de mi hija […] me dijo que a tu hija la mataron porque ella era una cualquiera, una prostituta […] ella empezó a reírse de mí y yo empecé a llorar y la jefa de ella no dijo nada”, afirma la madre de María Isabel Franco a Amnistía Internacional.

Pero el asesinato sistemático de mujeres y niñas no es una patología sólo de Guatemala. México ha acumulado fama por los asesinatos ‘misteriosos’ en Ciudad Juárez. Hasta mayo pasado la cifra alcanzaba 369 mujeres en doce años. En un país que aspira a ultranza a ser parte del primer mundo, las cifras nacionales aterrorizan. Entre 1999 y 2005 fueron asesinadas más de 6 mil mujeres y niñas.

En Perú fueron asesinadas una mujer cada dos días y fracción durante el 2003, concluye la fundación Demus. Y Colombia no se puede quedar atrás, cada seis días es asesinada una mujer a manos de su pareja o ex pareja, según los datos de Medicina Legal. América Latina es el ‘extremo occidente’, diría el investigador francés Alain Rouquie.

Detrás de esta violencia están las venas de ese patriarcalismo enquistado en la cultura cotidiana. La mujer, propiedad masculina, siempre inferior y objeto de abuso, al punto incluso que se puede disponer sexualmente de su cuerpo antes de matarlo.

Para evitar estos asesinatos se le exige a los estados acabar con la impunidad y mejorar la seguridad. Pero estamos urgidos de más. Hombres que respeten la igualdad de la mujer y la libertad que las abriga para decidir sobre su propia vida y sobre su sexualidad. Menos machos para que hayan menos lágrimas solidificadas por el dolor.

El asesinato de hombres respecto del de mujeres es mayor en Guatemala y en toda América Latina. No obstante, según la Procuraduría de Derechos Humanos de aquél país existe una diferencia en la tragedia. “A las mujeres se les hace sufrir más antes de la muerte”.
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