El liderazgo de Brasil

27-03-2010

Nada es estático y nuestro mundo puede ser siempre mejor de lo que ha sido. Allí estaba, adornando su cabeza con un kipá hebreo, con el rostro inclinado y sus manos cruzadas en señal de reverencia. Dejó un ramo de flores blancas y amarillas, detrás permanecía una llama encendida en memoria de los muertos judíos dejados por el nazismo. Terminado su periplo con el gobierno de Israel, viajó a la ciudad de Belén para visitar oficialmente a la Autoridad Nacional Palestina. El gobierno de Brasil pone lentamente los ladrillos que su diplomacia cree indispensables para aumentar el liderazgo internacional de su país.

Hasta hace pocos años no se esperaba que Brasil tuviera el protagonismo internacional que hoy está teniendo. No era un país de gran relevancia, excepto por su fútbol, la amazonía, el carnaval y la calidez de su gente. Pero hoy las cosas han cambiado. Posee grandes reservas de petróleo, es la décima economía mundial y sigue creciendo, ha contribuido a que los grandes problemas mundiales se discutan en el G-20 y no sólo en el G-8, ha sido elegido sede del Mundial de Fútbol 2014, sede de los Juegos Olímpicos 2016, es promotor del club de las potencias emergentes, China, India, Suráfrica, incluyendo Rusia, y es el más activo candidato a tener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU en el caso de que éste se amplíe. Brasil es ya un jugador indispensable de las grandes ligas.

Este creciente reconocimiento mundial ha provocado regocijo en América Latina. Aunque también ha provocado la envidia de algunos dirigentes de la región, una actitud torpe y poco inteligente porque los motivos deben conducir a todo lo contrario: en lo político, su liderazgo es casi el liderazgo de media región; en lo geopolítico, llegar a contar con una potencia mundial en este lado de América es un oxígeno a la impronta que marcan los Estados Unidos en el continente; en lo cultural, sus logros demuelen la idea quejumbrosa de que América Latina seguiría estancada y olvidada, y todo lo contrario, su protagonismo creciente es un signo que alienta a confiar en que las cosas pueden ser mejoradas sustancialmente.

No obstante su merecido protagonismo, algunas de sus últimas acciones han ido mostrando un lado flaco, y con él han sobrevenido las críticas desde distintos puntos del planeta. Todas ellas son fundadas y apuntan hacia lo mismo. A la falta de consistencia e imparcialidad en materia de defensa de los derechos humanos y de la democracia en su política exterior.

Específicamente se le recrimina haber facilitado su embajada en Honduras para las acciones proselitistas del descabezado Manuel Zelaya –se apoya la clara defensa que intentaba hacer Brasil en el restablecimiento de la democracia, pero no el hecho de que la haya llevado al punto de permitir que su sede diplomática se convirtiera en casa de campaña. Se le recrimina la cercana amistad que ha decidido cultivar con el gobierno de Irán, una dirigencia que amedrenta a sus ciudadanos con la violencia, y que está en evidente conflicto con los Estados Unidos y la Unión Europea por las intenciones bélicas que puedan tener sus programas nucleares. Se le critica por hacerse el de la vista gorda y guardar silencio frente al progresivo cercenamiento que vive la democracia en Venezuela y frente a la falta de garantías políticas para el ejercicio de la oposición en Cuba. Incluso varias organizaciones palestinas le critican el hecho de que pretenda mediar en el conflicto entre palestinos e israelíes, al mismo tiempo que mantiene negocios militares con Israel. Que no se le suba el poder a la cabeza, se le ha sugerido a su diplomacia, para que no cometa los mismos errores de las potencias que en principio no desea emular.

La diplomacia exige pragmatismo, cautela, apostar por lo posible y crear confianza entre los estados, pero eso no significa ser amigo de todos. La política de poner velas a los santos y a los demonios puede resultar costosa. El mundo ha cambiado, hoy se necesitan liderazgos renovados, diplomacias francas y comprometidas a profundidad con el desarrollo y la paz mundial, no moralismos estratégicos. En el siglo XXI, tal cual le ha pasado a los Estados Unidos, las deudas en estos campos son cobradas tarde o temprano. Brasil avanza y el mundo observa sus pasos.

Pero a pesar de estas críticas recientes, la confianza y los elogios que inspira Brasil son mayores y, sobre ellos, debe seguir construyendo. Las críticas han llegado a tiempo.

Los avances de Brasil son motivo de satisfacción, a ellos deben sumarse por hermandad y por razones geopolíticas los estados de la región consolidando aún más sus lazos. El futuro siempre está allí, dispuesto a dejarse atrapar, a veces sólo falta poner los ladrillos en el lugar apropiado para poder alcanzarlo.


Fotografía: Museo del Holocausto, Jerusalén -AP 16-03-2010.

>>Publicado en: http://diariohorizonte.com/columna_det.php?col_id=22&column_id=669

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