Live Earth

13-07-2007
Fue más que un llamado. Glamour, estética y música le dieron la vuelta al mundo para decir que nuestro planeta es sensible a lo que hacemos y que cada uno puede ayudar a contener su calentamiento. Jóvenes de Sydney, Tokio, Shanghái, Johannesburgo, Hamburgo, Washington, Nueva York, Londres, Río de Janeiro y otras ciudades de los distintos continentes disfrutaron en medio del cielo despejado, de la lluvia o el sol radiante, con más de 150 artistas, que se unieron a esta maratón ambiental.

Entre las voces de Madonna, Lenny Kravitz, Joss Stone, The Police, Red Hot Chili Peppers... aparecían una y otra vez en las pantallas gigantes instaladas a lado y lado del escenario cortos mensaje de las estrellas de Hollywood y de la moda. La dulce Cameron Díaz reutilizaba las botellas de agua al tiempo que apagaba todas las luces que no necesita en su estudio. El enigmático Ken Watanabe desconectaba siempre el cargador de su celular cuando no estaba en uso y elegía la bicicleta cuando no necesitaba su carro. La sensual Penélope Cruz reducía el uso de su calefacción. Y el galán Pierce Brosnan recogía productos reciclables con una vara de pescar. El mensaje era claro: el problema nos incumbe a todos y todos podemos influir en la solución.

No obstante la imaginación y el cuidado puesto en el montaje -luces ahorradoras de energía, vasos de almidón, videos ambientales sencillos e inteligentes, trasmisión vía Internet, generadores de energía que usan biocarburantes, blogs y más cosas-, el Live Earth se adelantó rodeado de desconfianzas y críticas. Que tenían cierto fundamento. Las principales las despierta el promotor del evento: un político con aspiraciones presidenciales y, además, de los Estados Unidos. Hoy ambas cosas no se pueden desligar del aumento en el mundo del espíritu antiestadounidense. Profundizado por el belicismo en el que anda su último gobierno.

"Camaleónico" escribía un articulista en El País de España. Bob Geldof, organizador de Live Aid y Live 8, se preguntaba sobre cuáles serían las verdaderas intenciones de un evento de esta dimensión, "si todos somos conscientes del calentamiento global". Y justo cuando su promotor tomaba la palabra ante el público de Nueva Cork, sobrevolaba un avión con el cartel 'No le crean a Al Gore, exijan debate'.

Al lado de las críticas al gestor también estuvieron las críticas ecológicas al evento mismo. Esta cadena de conciertos le agregó 110.000 toneladas de dióxido de carbono al planeta, publicaba el alemán Der Spiegel. ¿Por qué aceptaron el patrocinio del fabricante de automóviles DaimlerChrysler si es una de las mayores contaminantes?, cuestionaba Greenpeace. ¿O cuán ecológicas son las estrellas de rock si viajaron al evento en sus jets privados?, preguntaron algunos ambientalista. En últimas, el asunto era qué tan ambientalista es un evento ambientalista.

Pero, al contrario de la debilidad que estos cuestionamientos y suspicacias muestren del megaevento, posiblemente mostrarían más parte de sus fortalezas. Que el creador de la idea sea un político y, además, del país que más contamina puede hacer que el propósito del Live Earth cale más en sus colegas: los políticos del mundo, que son en últimas los que firman las leyes que obligan a ejecutar los controles ambientales. En Japón, por ejemplo, antes de los conciertos que se celebraron en Tokio y Kioto, el gobierno lanzó la iniciativa Cool Earth 50, que busca reducir a la mitad la emisión de gases de efecto invernadero al llegar el 2050. Aunque no nos gusten los políticos, aún no hemos inventado nada nuevo que los remplace.

El asunto de los cuestionamientos sobre la coherencia ambientalista muestra también una cara positiva. Que las sociedades son más conscientes de la gravedad del problema y que, por lo tanto, son menos permisivas y más exigentes que antes. Puede ser cierto que a la mayoría de los artistas que participaron en el Live Earth les importe menos el medio ambiente que la venta de sus álbumes, pero el haber participado los presiona de algún modo a ser coherentes con el tema. Igual pasa con el fabricante de automóviles y otras empresas contaminadoras que patrocinan estos eventos: mientras más patrocinen, más exigencias tendrán para que sean consecuentes.

La meta es lograr que en el 2009 los gobiernos de los países industrializados firmen un tratado en el que queden obligados a reducir en un 90 por ciento las emisiones de dióxido de carbono para el 2050. Pero al lado de este difícil objetivo, el Live Earth -junto a los pasados Live Aid y Live 8- ha inaugurado una nueva forma de solidaridad planetaria, en un mundo que parecía haberse entregado a la competencia y la avaricia. Y el hecho de que se celebre por encima de los Estados muestra también cuán anquilosada se ha quedado la política. "Answer the call".

>>Publicado originalmente en:
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3640346.html

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