Bogotá optimista

06-09-2007
Cuando la sociedad mira su futuro de modo favorable, no sólo puede hacer que se logren esas metas que para generaciones pasadas parecieron quimeras, sino que también puede mover esas montañas e imposibles que ella misma se inventa. Bogotá es hoy una ciudad optimista. Una ciudad que confía en que vendrán cosas mejores.

Así lo expresan los resultados de la última encuesta de Bogotá cómo vamos. En 1998 sólo el 39% de los encuestados consideraba que la ciudad iba por buen camino; nueve años después, el mismo tema cifra 58%. Esta manera en que Bogotá se mira a sí misma -en un país con muchas dificultades por resolver- parte de buenos fundamentos.

Desde principios de los años noventa ha tenido una serie de gobiernos preocupados por construir una ciudad más habitable. Más vivible. Sus habitantes cuentan con servicios básicos de calidad que alcanzan una cobertura casi del 100%. La mayor parte disfruta de más y mejores parques, bibliotecas y alamedas. De una amplia oferta cultural que es referente para toda América Latina. Trabaja en la lucha contra la pobreza. Las cifras de criminalidad disminuyen año tras año. Y sus administraciones no se ven envueltas en los escándalos de corrupción que enlodan el desarrollo en otras regiones del país.

Si Bogotá resguarda esta senda, en las próximas dos décadas superaría los desafíos que representa para el mundo la continua urbanización. El informe sobre el Estado de la Población Mundial 2007, del Fondo de Población de Naciones Unidas, anota que a partir del año próximo la mayor parte de la población vivirá en ciudades. Más de 3300 millones de personas. La mayor parte de ellas estará en los países en vías de desarrollo, y serán pobres.

El reporte insta a los gobiernos a no intentar frenar esta tendencia, sino, a asumir los retos que ella representa en planificación urbana, degradación del medio ambiente, reducción de la pobreza y aumento de la participación de la mujer. “Las ciudades concentran pobreza, pero también representan la mejor esperanza de escapar de ella”, acotan.

No obstante, Colombia ya dió este paso a finales de los sesenta –el 75% de la población es urbana–, aunque con lentos resultados. La pobreza y los tugurios aún circundan sus ciudades. En 2006 la pobreza urbana cifró 43,5% y la indigencia, 10,6. En contraste las cifras de Bogotá estuvieron muy por debajo: 28,5 y 4,5 para cada una. Lo que hace la capital frente a este y otros problemas constituye una diferencia esperanzadora.

Y este optimismo debería ser un estímulo para que sus dirigentes acometan –sin descuido de lo ineludible: empleo, pobreza, salud, educación, vivienda, seguridad– asuntos clave que no se han asumido a fondo:

i) En equidad. La distribución del ingreso en la ciudad alcanza valores por encima de 0,50 el coeficiente de Gini. Lo que indica que los segmentos más ricos de la sociedad han alcanzado más de 50 veces los ingresos que logran los más pobres.

ii) Cultura cívica. Al lado de los avances en la autorregulación de sus habitantes y del disfrute de lo público, hace falta el cuidado colectivo de lo que pertenece a todos.

iii) Habitabilidad. No se trata de sembrar más árboles y de construir más parques, sino de que la arquitectura y su entorno sean más acogedores. Los lugares agradables para disfrutar de la vida en la ciudad deberían estar cerca de la gente.

iv) Visión de largo plazo. La ciudad ha de pensar qué quiere ser en treinta, cincuenta o cien años. Esto demandaría grandes consensos políticos, sin empeñar la libertad de las generaciones futuras.

v) Cambio climático. Sin ánimo alarmista, debe participar de las decisiones nacionales y mundiales sobre los impactos en las fuentes de agua y la salud que tendrá el aumento de la temperatura del planeta.

vi) Colaboración a la nación. Los aprendizajes de Bogotá deberían ser compartidos a las otras ciudades de modo más institucional. Hasta ahora esta labor la efectúan ex alcaldes y algunos de sus ex asesores, pero de forma intermitente.

Bogotá ha iniciado una senda clara de desarrollo que se refleja en su actitud optimista. La mayor muestra de respeto a esta ilusión sería la de que sus ciudadanos y gobernantes tuvieran respuestas superiores a los desafíos.

>>Publicado originalmente en:
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3715398.html

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