Un gobierno de concertación

20-02-2006
A tres meses de los comicios presidenciales las fuerzas políticas que no apoyan el proyecto y la reelección del actual Presidente no han constituido una alianza programática que les permita competir con posibilidades reales de ganar.

Todas siguen jugando del mismo modo en que lo hacían antes de la sentencia constitucional que avaló la reelección presidencial. Cada una concentrada en sí misma.

Estas fuerzas parecieran estar a la espera de un hecho inusitado y desconcertante. De un milagro. O de un atentado fatalmente fantástico de la insurgencia, modelo España 2004, que incline la balanza hacia otro candidato distinto al presidente Uribe Vélez. De momento, no pasa nada extraordinario que vislumbre un cambio en las preferencias electorales. Todo está congelado. Una foto enmohecida reposa en el marco de las encuestas que aparecen cada mes.

La coyuntura no se mueve un ápice. Cada caudillo retador espera convencer con algo mejor que el caudillo en el Poder. Sólo que este último tiene más fuerzas políticas -casi una decena-, y féminas enamoradas que derraman lágrimas por él, en función de su candidatura.
Hace más de un año rondó en algunos sectores de opinión la propuesta de conformar una alianza de las fuerzas políticas opuestas al proyecto del actual Presidente. Todos contra Uribe (Toconur), le llamaron los más imaginativos. Una propuesta más llena de ira y simplismo que de firmeza programática y proyección de poder.

A esta propuesta el ex presidente López Michelsen, le opuso un “experimento” menos furioso pero más simplista: no “pactar de antemano entre los antirreeleccionistas cómo van a votar” el 28 de mayo. Confiando en que “todo voto que no es para el reeleccionismo se suma a los de los opositores a la reelección y, como sucede en todo juego, vuelve y juega”. Es decir, no pactar entre los “antirreeleccionistas” antes de la primera vuelta es una fórmula que le rasguña votos al Presidente-candidato y lo obliga a ir a una segunda vuelta. “Es una manera de evitar jugar el todo por el todo”, le dice a los liberales (El Tiempo 29-05-2006).

Pero este “experimento” subestima en exceso el reconocimiento que recibe el Presidente-candidato de los electores. Es una estrategia a perder, igual que la del 2002. En ese año había más posibilidad de una segunda vuelta hoy. Sin embargo, los seguidores de Serpa, Lucho y Noemí se quedaron esperando una segunda vuelta que no hubo. Los de Uribe Vélez aplastaron en la primera.

Y hoy tienen más posibilidades de aplastar. Cuentan con políticas medianamente exitosas que seducen el voto (contención de la insurgencia en las ciudades, caravanas turísticas escoltadas en las principales carreteras del país, desmovilización de paramilitares). Con una favorabilidad sostenida durante casi cuatro años en los márgenes del 70%. Una preferencia electoral de 57% respecto de sus contendores. Preferencia que en la misma semana de febrero de 2002 había ascendido a 39%. Ganaron finalmente con el 52,9% de los votos. Y todo lo anterior sin anotar que un Presidente-candidato, aún con leyes de garantía electoral, cuenta con mayores recursos mediavisuales, presupuestales y políticos que sus contendores para barajar.

Apoyar al que pase a la hipotética segunda vuelta, tal cual propuso López Michelsen, es una adhesión en condición de desigualdad, la impronta la pone el ganador. Una coalición antes de la primera vuelta significa un mayor equilibrio de poder de las fuerzas que la integren. En este momento es mejor jugar el todo por el todo.

El purismo ideológico, que tiene más de ceguera voluntaria que de pureza, podrá decir que las diferencias entre visionarios, polistas y liberales son abismales, pero la práctica dice otra cosa. Navarro fue nombrado Ministro de Salud por Gaviria. Mockus y Navarro participaron en la campaña a la Presidencia de Noemí Sanín. Y el actual gobierno de la capital del país es conducido por una figura del polo que ha sido acompañada por administradores liberales y visionarios, incluso también peñalosistas.

Si Navarro, Mockus, Gaviria, Pardo y Serpa se mueven por encima de las vanidades, egocentrismos y purismos como lo hicieron cada uno desde su esquina en 1990 en el impulso del proceso de paz con el M-19 y de la Asamblea Nacional Constituyente, el país podría avanzar por una senda que conduzca a la terminación del conflicto armado y al logro de la reconciliación. Fuerzas ideológicas contrarias pueden llegar a acuerdos electorales y también a ejercer el poder en coalición. En eso nos llevan ventaja los socialistas y democristianos de Chile y Alemania.

La otra opción es esperar un milagro. Que para muchos ya se dio hace tres años con el triunfo del actual Presidente. La mayor parte de los electores reelegirían al actual Mandatario, no porque sean ideológicamente de derecha o ciegos políticamente –que en eso se mueven con un sentido común afinado y no padecen de la ceguera purista-, sino porque no encuentran un proyecto mejor en el escenario. Tal vez este sentido común prefiera éxitos medianos a promesas de una perfección que no existe. El tiempo congelado se desliza más rápido y puede jugar en contra.
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