
19-12-2008
El veneno de la serpiente no está en su cascabel. Esta semana encontraron varios artefactos explosivos en los lavabos de un centro comercial francés. En el caso de que hubiesen sido detonados todos, los muertos serían personas inocentes. Adolescentes que contemplaban en los escaparates la última moda de invierno, señoras engalanadas distraídas entre las paredes de cristal y las luces navideñas.
Nada de esto pasó. Los artefactos fueron sólo una advertencia. De momento, los franceses han contado con ese privilegio. Suerte distinta a la de la gente que terminó volando por los aires en la estación de tren de Bombay, en el tren de cercanías en Madrid o en el autobús de Londres. Cosa distinta de la gente que decidió lanzarse por los aires antes que morir calcinada dentro de las Torres Gemelas.
"Los enemigos" que persiguen los EEUU y sus aliados no distinguen entre civiles y militares, y la crueldad está permitida. Por lo tanto, a la gente que secuestran se la amarra, amenaza, tortura o degüella al frente de una cámara de video, tal cual sucedió con el periodista David Pearl en Pakistán a principios del 2002. Su degüello transita a través de la Internet como un video musical más. Así proceden los enemigos de la "guerra contra el terrorismo".
Esto no tiene por qué sorprender aunque nos produzca el mayor repudio, porque estas redes violentas no son ejércitos regulares ni están sujetos a legislación internacional alguna. Lo que sí sorprende es el hecho de que el país que se dice abanderado de la democracia en el mundo proceda del mismo modo.
El dolor que produjeron los atentados del 11 de septiembre en el pueblo estadounidense llevó a reaccionar con toda ira. Bombardearon Afganistán y le otorgaron poderes especiales al Presidente para que miembros de las fuerzas militares y los servicios de inteligencia pudieran capturar, secuestrar y asesinar selectivamente a sospechosos o a enemigos declarados en cualquier lugar del planeta. Así se ha hecho efectivamente.
Parte de esto fue denunciado por el parlamentario suizo Dick Marty ante el Consejo de Europa el año pasado, a propósito de los secuestros, vuelos y prisiones secretas de la CIA que operaron en territorio europeo después del 2001. Una parte de la gente que han detenido los estadounidenses -en combate o no- fueron a parar a improvisados centros clandestinos de reclusión; otra parte fue enviada a Guantánamo, y otra más ha desaparecido.
La guerra contra el terrorismo incluye operaciones en todo el mundo y, en su entramado, Guantánamo aparece como un pequeño engranaje en una máquina gigante. No obstante, hoy este penal sobresale más por la función que cumplió que por el daño efectivo que pueda representar. De los cerca de ochocientos presos que se mantuvieron en ese lugar, que sumaban poco más de cuarenta nacionalidades, hoy sólo se encuentran unos doscientos cincuenta. Que no tienen más información que dar porque ya se les exprimió lo que había que exprimirles en los siete años que han permanecido allí.
El arribo a la Casa Blanca de un nuevo gobernante, en apariencia menos belicoso, ha hecho que aumenten las expectativas del cierre definitivo de este penal. Sin embargo, tristemente hay que decir que se cerrará después de que ya ha sido útil al mostrar que los Estados Unidos también podían ser tan crueles como los enemigos que combaten. Para los defensores de la democracia y la dignidad humana, Guantánamo constituye un retroceso que se dio ante los ojos de todos y que no se pudo evitar.
Sin obviar la urgencia de que lo que queda de este penal ilegal sea clausurado, las críticas deberían enfatizar en una guerra que produce más muertos que el número de encarcelados en Guantánamo. Una guerra que dura más de siete años, cuestionada por su legalidad internacional desde sus inicios, que suma más de seis mil quinientos muertos, de los cuales más de dos mil han sido civiles caídos a manos de las fuerzas internacionales y las insurgencias. Todo esto sin contar los desaparecidos.
La guerra en Afganistán pareciera ser el lugar natural donde se debe profundizar la guerra contra el terrorismo. Se ha dicho que la lucha "será larga" y los países europeos se preparan para recibir al nuevo gobernante de los Estados Unidos que ofrece más tropas y presupuesto. A la vez que esto sucede, Francia, España y Bélgica reciben amenazas de atentados. Esta guerra irregular se extiende cada vez más por el mundo sin que se vislumbre un final concreto.
Así las cosas, Guantánamo aparece como una de las piezas de esta nueva guerra que ha producido un gran pavor, tal vez porque se encuentra cerca de la frontera estadounidense, pero Guantánamo nunca ha sido la parte más mortífera. Y hoy, cuando ya no es lo que era, puede servir para distraer. Resulta más fácil dirigir las críticas a este penal que a una guerra con muertos lejanos.
Asistiremos, pues, al cierre de Guantánamo del mismo modo que al afinamiento de la guerra en Afganistán. Este doble juego convierte a Guantánamo en ese cascabel que alguna vez fue venenoso, pero no tanto como aún continúan siendo los colmillos blancos de su serpiente.
El veneno de la serpiente no está en su cascabel. Esta semana encontraron varios artefactos explosivos en los lavabos de un centro comercial francés. En el caso de que hubiesen sido detonados todos, los muertos serían personas inocentes. Adolescentes que contemplaban en los escaparates la última moda de invierno, señoras engalanadas distraídas entre las paredes de cristal y las luces navideñas.
Nada de esto pasó. Los artefactos fueron sólo una advertencia. De momento, los franceses han contado con ese privilegio. Suerte distinta a la de la gente que terminó volando por los aires en la estación de tren de Bombay, en el tren de cercanías en Madrid o en el autobús de Londres. Cosa distinta de la gente que decidió lanzarse por los aires antes que morir calcinada dentro de las Torres Gemelas.
"Los enemigos" que persiguen los EEUU y sus aliados no distinguen entre civiles y militares, y la crueldad está permitida. Por lo tanto, a la gente que secuestran se la amarra, amenaza, tortura o degüella al frente de una cámara de video, tal cual sucedió con el periodista David Pearl en Pakistán a principios del 2002. Su degüello transita a través de la Internet como un video musical más. Así proceden los enemigos de la "guerra contra el terrorismo".
Esto no tiene por qué sorprender aunque nos produzca el mayor repudio, porque estas redes violentas no son ejércitos regulares ni están sujetos a legislación internacional alguna. Lo que sí sorprende es el hecho de que el país que se dice abanderado de la democracia en el mundo proceda del mismo modo.
El dolor que produjeron los atentados del 11 de septiembre en el pueblo estadounidense llevó a reaccionar con toda ira. Bombardearon Afganistán y le otorgaron poderes especiales al Presidente para que miembros de las fuerzas militares y los servicios de inteligencia pudieran capturar, secuestrar y asesinar selectivamente a sospechosos o a enemigos declarados en cualquier lugar del planeta. Así se ha hecho efectivamente.
Parte de esto fue denunciado por el parlamentario suizo Dick Marty ante el Consejo de Europa el año pasado, a propósito de los secuestros, vuelos y prisiones secretas de la CIA que operaron en territorio europeo después del 2001. Una parte de la gente que han detenido los estadounidenses -en combate o no- fueron a parar a improvisados centros clandestinos de reclusión; otra parte fue enviada a Guantánamo, y otra más ha desaparecido.
La guerra contra el terrorismo incluye operaciones en todo el mundo y, en su entramado, Guantánamo aparece como un pequeño engranaje en una máquina gigante. No obstante, hoy este penal sobresale más por la función que cumplió que por el daño efectivo que pueda representar. De los cerca de ochocientos presos que se mantuvieron en ese lugar, que sumaban poco más de cuarenta nacionalidades, hoy sólo se encuentran unos doscientos cincuenta. Que no tienen más información que dar porque ya se les exprimió lo que había que exprimirles en los siete años que han permanecido allí.
El arribo a la Casa Blanca de un nuevo gobernante, en apariencia menos belicoso, ha hecho que aumenten las expectativas del cierre definitivo de este penal. Sin embargo, tristemente hay que decir que se cerrará después de que ya ha sido útil al mostrar que los Estados Unidos también podían ser tan crueles como los enemigos que combaten. Para los defensores de la democracia y la dignidad humana, Guantánamo constituye un retroceso que se dio ante los ojos de todos y que no se pudo evitar.
Sin obviar la urgencia de que lo que queda de este penal ilegal sea clausurado, las críticas deberían enfatizar en una guerra que produce más muertos que el número de encarcelados en Guantánamo. Una guerra que dura más de siete años, cuestionada por su legalidad internacional desde sus inicios, que suma más de seis mil quinientos muertos, de los cuales más de dos mil han sido civiles caídos a manos de las fuerzas internacionales y las insurgencias. Todo esto sin contar los desaparecidos.
La guerra en Afganistán pareciera ser el lugar natural donde se debe profundizar la guerra contra el terrorismo. Se ha dicho que la lucha "será larga" y los países europeos se preparan para recibir al nuevo gobernante de los Estados Unidos que ofrece más tropas y presupuesto. A la vez que esto sucede, Francia, España y Bélgica reciben amenazas de atentados. Esta guerra irregular se extiende cada vez más por el mundo sin que se vislumbre un final concreto.
Así las cosas, Guantánamo aparece como una de las piezas de esta nueva guerra que ha producido un gran pavor, tal vez porque se encuentra cerca de la frontera estadounidense, pero Guantánamo nunca ha sido la parte más mortífera. Y hoy, cuando ya no es lo que era, puede servir para distraer. Resulta más fácil dirigir las críticas a este penal que a una guerra con muertos lejanos.
Asistiremos, pues, al cierre de Guantánamo del mismo modo que al afinamiento de la guerra en Afganistán. Este doble juego convierte a Guantánamo en ese cascabel que alguna vez fue venenoso, pero no tanto como aún continúan siendo los colmillos blancos de su serpiente.
*Fotografía: AFP
>>Publicado originalmente en:
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/guantanamo_4733937-1
1 comentario:
En efecto el cascabel es sólo un mecanismo de aviso que puede contribuir a distraer las miradas de los colmillos huecos del crótalo, verdaderos encargados de inocular el veneno...en ocasiones letal. Pero no cabe duda de que todos contemplamos en silencio y desde nuestro sofá la sucesión diaria de atrocidades sin apenas inmutarnos...y no podemos poner el cascabel como excusa, porque llega un momento en que nos deja de confundir.
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